Cólera: causada por la Vibrio cholerae, gracias a sus toxinas liberadas en el intestino, provoca una diarrea (aspecto similar al agua de arroz) y, en algunos casos, náuseas y vómitos. Debido a la deshidratación, los órganos pueden colapsar, causando la muerte al individuo. La infección se produce por la ingestión de agua contaminada o comida por el vibrión.
Tos ferina o coqueluche: de incidencia predominante en los niños, la infección por la bacteria Bordetella pertussis causa tos seca, pudiendo desarrollar complicaciones como neumonía, convulsiones y hemorragias cerebrales. El contagio se da por la inhalación de bacterias anteriormente eliminadas por las vías aéreas de personas enfermas. Existe vacuna que previene esta enfermedad.
Difteria (garrotillo): la bacteria Corynebacterium diphteriae, transmitida a través de gotitas infectadas, libera una toxina que provoca dolor de garganta y fiebre como síntomas iniciales, seguidos de hinchazón en el pescuezo y formación de una membrana en la garganta – está constituida de fibrina, tejidos muertos y células bacterianas; ella puede provocar asfixia. Para esta enfermedad también existe vacuna.
Disentería bacilar (shigelosis): transmitida por la ingestión de alimentos y agua contaminados por bacterias del género Shigella, liberan en el intestino una toxina que destruye células del intestino grueso y causa un cuadro de diarrea. Es una enfermedad típica de lugares donde el saneamiento básico es precario o inexistente.
Enfermedad péptica (gastritis): la gastritis puede o no estar asociada a una infección. En este segundo caso, el microorganismo responsable es la Helicobacter pylori que, al romper la capa protectora de moco del estómago, causa dolor, malestar y aumentar las probabilidades del individuo a desarrollar úlceras.