Ocupando las tierras de la meseta iraní, el pueblo persa se estableció en la región alrededor de los años 2000 a.C. En el camino de la civilización persa, observamos la formación de un Estado militar de carácter eminentemente expansionista. En el 539 a.C., el rey Ciro I emprendió la conquista sobre los babilonios. Después de esa victoria, otras regiones fueron controladas por ese pueblo.
Tras dominar toda Mesopotamia, los persas fueron capaces de extender sus fronteras del río Nilo en Egipto hasta el río Indo en Asia. Conocido por su habilidad de aliarse políticamente a las élites dominadas, Ciro I consiguió construir un gran imperio. Más tarde, tras su muerte, Cambises (hijo de Ciro I) prosiguió el legado aumentando los dominios del pueblo persa.
Incluso no disponiendo de las mismas destrezas políticas de su padre, Cambises conquistó durante la Batalla de Pelusa (525 a.C.) el rico valle del río Nilo, anteriormente dominado por los egipcios. Muriendo en el 522 a.C., y sin dejar herederos directos al trono, Cambises fue sucedido por Darío I. En su gobierno, que se extendió hasta el 484 a.C., observamos una interesante reforma política responsable del apogeo del imperio persa.
Durante su administración, Darío se dio cuenta de que la vasta extensión de su imperio imposibilitó el mantenimiento de un sistema político centralizado. Con eso, dividió los territorios persas en provincias llamadas satrapías. En cada una había un sátrapa, quien fue responsable de cobrar y recibir los impuestos. Además, un grupo de inspectores del gobierno, los ‘ojos y oídos del rey’, supervisaron la acción de sátrapas en las provincias.
Para impulsar el comercio entre las ciudades persas, Darío I también promovió un proceso de normalización monetaria mediante la creación de una moneda única llamada dárico (en persa antiguo: darayaka). En paralelo, una serie de carreteras que conectaron las principales ciudades del imperio persa – como Pasargadae, Susa y Persépolis – facilitaron el movimiento de mercancías e información a través del territorio.
Después de este período de auge económico y militar, los persas sufrieron el declive de su imperio. Durante las Guerras Médicas (o Greco-Pérsicas), libradas contra los griegos, los persas iniciaron la ruina de su civilización. Después de debilitarse con la derrota en las Guerras Médicas, Persia terminó siendo subyugada por la civilización macedónica. Conducidos por Alejandro Magno, el imperio macedónico terminaría dominando a los persas en el 330 a.C.
En el ámbito cultural, la civilización persa sobresalió de diferentes maneras. En el campo religioso, el dualismo entre las divinidades Ahura Mazda y Angra Mainyu representa, respectivamente, el duelo entre las fuerzas del bien y del mal. Teniendo como gran profeta a Zoroastro, la religión mazdeísta propagó esas estructuras antagónicas de pensamiento en la cultura religiosa.
Hasta hoy, el zoroastrismo es una religión practicada en el mundo oriental. Los parsis, en la India, y una pequeña minoría de la población iraní son adeptos al zoroastrismo. Siendo influenciado por los distintos pueblos que dominaron, la civilización persa adoptó prácticas de los egipcios, mesopotámicos, babilonios y asirios.