La iglesia católica ha sufrido algunas divisiones importantes en su historia. Entre ellos podemos destacar el cisma occidental, que se produjo entre 1377 y 1417. Este cisma dio lugar a la existencia de tres papas, reclamando el poder sobre el mundo cristiano occidental.
El origen del cisma de Occidente estaba ligado a la lucha de poder entre el papa Bonifacio VIII (nº 193) y el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso. El rey de Francia ordenó la recaudación de impuestos de la iglesia con el fin de incrementar los ingresos de su presupuesto. La autoridad papal se opuso a la recuperación y amenazó con la excomunión a Felipe IV. Temeroso de las consecuencias de esta acción, Felipe IV convocó por primera vez en 1302, la Asamblea de los Estados generales, uniendo al clero, la nobleza y los comerciantes de las ciudades. Ésos decidieron por la recaudación de impuestos clericales, intensificando el conflicto entre la corona francesa y el papado.
Con la muerte de Bonifacio VIII en 1303, Felipe IV, presionó por la elección de un Papa francés, teniendo como sustituto al Papa Clemente V. Para mantener un control más rígido sobre el papado, Felipe IV transfirió a Clemente V de Roma para Avignon, en el sur de Francia. Tenía inicio el periodo conocido como Cautiverio de Avignon, que duró desde 1307 a 1377, donde varios papas fueron sometidos al poder de los reyes capetíngios.
Después de la muerte de Gregorio XI, en 1377, un nuevo Papa fue elegido en un cónclave de dieciséis cardenales. El cardenal de Bari, en Italia, se convirtió en Papa Urbano VI y que presionaría para que la sede del papado nuevamente se instalase en Roma. Otro grupo de cardenales no aceptó la elección y, el 9 de agosto de 1378, firmó un documento haciendo nula la elección de Urbano VI. Poco más de un mes después eligieron otro papa, el cardenal de Ginebra, que pasó a llamarse Clemente VII, cuya sede de su papado se mantendría en Avignon.
El cisma occidental condujo a una sucesión de papas en las dos ciudades hasta su final en 1417. Pero la razón duró tanto tiempo debido a la lucha de poder entre los diversos reinos europeos durante el período. Partidarios del Papa de Roma se mostraron el emperador del Sacro Imperio Romano, el rey de Inglaterra y el Conde de Flandes. El rey de Francia, de Nápoles y más tarde Castilla, Aragón, Lorena y Escocia apoyó al Papa instalado en Avignon.
Una reunión del Consejo de la ciudad de la Pisa, en Italia, en 1409-1410, trató de encontrar una solución a la división. Sin embargo, hubo un tercer Papa, ya que el escogido en Pisa no fue aceptada por los otros grupos.
La situación sólo cambiaría de 1415 cuando se llevó a cabo un nuevo concilio en Constanza. Los cardenales decidieron en ese momento que el Papa Juan XIII, de Pisa, fuera depuesto. El Papa de Roma, Gregorio XII, dimitió. Y el Papa de Avignon, Benedicto XIII, fue excomulgado. Para asegurar la unidad de la iglesia en Europa fue elegido un nuevo Papa. Martin V fue reconocido como el único Papa en 1417, se instaló en Roma, acabando entonces con el cisma de Occidente.