La historia del rey inglés Carlos I, cuyo reinado se produjo entre 1625 y 1648, está intrínsecamente ligado a la decadencia de la monarquía absoluta en Inglaterra y el fortalecimiento del poder de la burguesía. Hechos posteriores a su trágica muerte han creado las bases de la futura monarquía parlamentaria en el país, abriendo el campo para el desarrollo del poder político de la burguesía y el incipiente capitalismo.
Carlos I asumió el trono después de la muerte de su padre Jaime I en 1625. En 1628, se vio obligado por el Parlamento a firmar la petición de derechos, en que se veía impedido de llamar al ejército y crear nuevos impuestos sin la aprobación del Parlamento. La medida tenía como objetivo proteger a la población de la imposición de impuestos y de las detenciones ilegales.
Un año después, tras conseguir la aprobación de los impuestos de su interés, Carlos disolvió el Parlamento. Casi diez años después, en 1640, se vio obligado a reconvocar la unidad parlamentaria para obtener los fondos necesarios que posibilitaran financiar la acción militar contra rebeliones ocurridas en Escocia. Frente a eso, parlamentarios de la burguesía mercantil y de nobles capitalistas detentores de pequeñas propiedades lograron la manutención por el rey de un ejército permanente y también que la política religiosa pasara a ser controlada por acción parlamentaria.
Esta última medida fue una forma de garantizar una mayor libertad religiosa, ya que Carlos I mantuvo la política de su padre de tratar de imponer el anglicanismo como religión de parte de la población que profesaron distintas religiones, como los presbiterianos en Escocia y los calvinistas, conocidos como puritanos en Inglaterra.
Sin embargo, en 1641, Carlos I intentó otra vez disolver el Parlamento para ampliar su poder. Esta medida provocó una guerra civil en Inglaterra, también conocido como Revolución puritana (1641-1649). Fuerzas de combate durante la guerra civil fueron divididas entre los partidarios de Carlos I, los caballeros, formada principalmente por anglicanos, católicos y terratenientes; y los defensores del poder del Parlamento, conocido como Cabezas redondas, debido a su corte de pelo redondeada, que fueron liderados por Oliver Cromwell y apoyados por otros sectores de la sociedad, como los puritanos y presbiterianos.
Carlos I comandó las tropas hasta 1646, cuando se rindió y fue arrestado. El rey todavía lograría huir a la isla de Wight, donde trató de reorganizar su ejército. Pero fue derrotado definitivamente por los cabezas redondas. En 1648, a instancias del Parlamento, fue juzgado por el Tribunal superior de justicia y condenado por traición. La pena fue decapitación, que ocurrió en enero de 1649, frente al Palacio de Whitehall en Londres.
La decapitación de Carlos I era la primera ejecución de un monarca europeo después de una ordenanza y juicio a instancias de un Parlamento y no por cualquier disputa interna de cortes. El aspecto práctico y simbólico de la puesta en práctica fue definido por el fin de la idea del carácter divino y autoridad incuestionable del rey.
Después de la decapitación de Carlos I, fue establecida la República en Inglaterra, que no duraría mucho tiempo. Por el contrario, la institución del poder político de la burguesía, el Parlamento, se fortaleció. El desarrollo político y económico de la burguesía ganaba impulso y presentaba los contornos que irían a constituir a la sociedad contemporánea.