En ciertas situaciones, el animal puede adoptar el camuflaje como una forma de protegerse de los predadores y obtener sus presas.
En el camuflaje, el animal puede mezclarse con el medio ambiente, es decir, se integra con los colores del sitio, así que es difícil saber su ubicación.
El león se puede volver casi imperceptible, porque el color de su pelaje se confunde con el color del medio ambiente en que vive, y saca mucho provecho de esa ventajosa condición. Al final, sus presas no consiguen percibirlo con suficiente tiempo para escapar.
Todos los animales que se desarrollaron este proceso, lo hicieron como manera de evitar ser vistos por otros animales, pero cada animal desarrolla un tipo diferente de camuflaje. Un animal que posee pelos tendrá un camuflaje totalmente diferente de un animal con escamas.
Algunos animales, como el oso polar (Ursus maritimus) y el búho nival (Bubo scandiacus) se mezclan fácilmente con la nieve; en cuanto a los tiburones, delfines y otros animales marinos, presentan color ceniza para mezclarse con el color del agua marina. Por eso podemos decir que esos animales presentan un camuflaje básico, pues el color de su pelaje, plumas y escamas combinan con el entorno en el que viven.
Sin embargo, otros animales desarrollan adaptaciones más complejas que permiten cambiar su color de acuerdo al ambiente en el que están. Es el caso del zorro polar (Alopex lagopus), habitante de la tundra ártica. En el verano, el zorro polar presenta un pelaje marrón; mientras, en invierno, presenta un pelaje blanco.
Otros animales tienen células llamadas de cromatóforos que les proporciona la habilidad de cambiar de color. Es el caso del camaleón, algunos peces, anfibios y moluscos.
