A comienzos de la década de 1980 se desarrolló una reacción contra la impersonalidad del minimalismo y otros estilos abstractos, que provocó un renacimiento de la pintura figurativa llamado neoexpresionismo. Evocador y generativo, el neoexpresionismo empleaba con frecuencia formas distorsionadas y coloridos intensos, inspirados en los expresionistas alemanes de 70 años antes. Entre los pintores asociados a este movimiento destacan los alemanes Anselm Kiefer, Georg Baselitz y A. R. Penck, los italianos Sandro Chia y Enzo Cucchi, y los americanos Julian Schnabel y David Salle.
Con precedencia a que el neoexpresionismo devolviera el interés por la pintura figurativa, cierto número de artistas independientes habían destacado por sus representaciones figurativas. Los personajes atormentados y marginados de Francis Bacon, los hábiles retratos urbanos y las escenas frívolas de David Hockney o el realismo convencionalista de Lucian Freud son muestras de la fuerza de esta corriente en el arte del último cuarto del siglo XX. En este sentido, igualmente cabe destacar la labor del español Antonio López, un hiperrealista con tintes surrealistas que ha conseguido una gran proyección internacional gracias a sus vistas de Madrid.