No es raro encontrar en libros relativos a las ciencias naturales, la afirmación o por lo menos la intención de transmitir la idea de que no había ciencia en la Antigüedad. Si no en un sentido absoluto, por lo menos en su sentido moderno, originario de la observación del comportamiento de los productores de conocimiento renacentistas en adelante.
Que la ciencia evolucionó y se transformó profundamente con el Renacimiento es un hecho innegable. De ahí, a excluir a hombres como Arquímedes, Eratóstenes y Herón, hábiles experimentados, bien como Tales de Mileto, Demócrito y Aristóteles, excelentes teorizadores, del rol de aquellos que produjeron importantes obras y aportaron contribuciones para la ciencia, hay una distancia muy grande.
En líneas generales, la ciencia se produce en base al método científico, afirmación esta que debe ser interpretada con precaución. Por otro lado, se atribuye a Descartes el ‘descubrimiento de la existencia’ de un método científica. Sin embargo, Descartes no habría inventado un método sino más bien la percepción de científicos que, en sus actividades de producción de conocimiento, respetasen casi de forma intuitiva determinadas reglas fijas por él apuntado.
¿Cuándo habría surgido el espíritu científico? ¿A partir de qué momento el hombre se hizo un ser creativo dedicado a producir conocimientos científicos? ¿Hasta qué punto el hombre primitivo y carente de creatividad manifiesta hacía ciencia? A rigor, el hombre primitivo no construía el escenario, ni manipulaba los objetos de forma racional, no ejecutaba experiencias en el sentido que hoy damos al término. Él simplemente observaba y/o vivenciaba acontecimientos en un escenario del que formaba parte. Y con ello adquiría conocimientos, pero no hacía ciencia.
En ‘Qué es esa cosa llamada ciencia’ de Alan Chalmers, se repite numerosas veces que la ciencia no comienza por la observación. Lo que no significa decir que ella no se apoye en datos observacionales. La ciencia, en este sentido, es el estudio de la naturaleza, pero no es una propiedad de la naturaleza y sí una adquisición del ser humano. Hacer ciencia es observar la naturaleza a través de experiencias, es decir, a través de la búsqueda de lo que se esconde detrás de aquello que simplemente se nos muestra como observable. Así, la ciencia implica el acto de descubrir y/o inventar, aunque no todos los descubrimientos implican una actividad científica, incluso cuando estos descubrimientos vengan a ser incorporados en el cuerpo científico.
¿Por qué el hombre sintió la necesidad de descubrir e inventar? Tal vez ese sentimiento de evolucionar para una actividad creativa se procesó a medida que el hombre ya dotado del potencial creativo, ya adaptado a una naturaleza hasta entonces aparentemente inhóspita y ya poseedor de una infinidad de conocimientos que adquirió por el simple observar y/o experimentar la naturaleza, en cuanto la naturaleza dictaba normas evolutivas y preservaba aquellos que mejor salían en las pruebas, pasó a cuestionar la realidad a través de la teorización y la ejecución de experiencias. Sin duda, ese sentimiento surgió a partir del momento en que el hombre pasó a maravillarse con la observación de la regla de la repetitividad, constituyendo en sí un principio científico fundamental. Con efecto, el hombre comenzó a percibir que podría valerse de su actividad creativa, en el sentido de crear una ciencia a medida que notó que los fenómenos se repiten. Pues de lo contrario, no tendría sentido pensar en experimentación.