Arte románico, estilo artístico que floreció en Europa desde en torno a el año 1000 d.C. hasta la aparición, en la segunda mitad del siglo XII, del estilo gótico. Se desarrolló especialmente en el campo de la arquitectura, aunque igualmente se aplicó a la escultura, la pintura y las artes decorativas.
A partir del siglo V, la Iglesia, único vínculo supranacional que agrupaba a los Estados cristianos de Europa occidental, había sufragado a la divulgación de la cultura clásica desde su centro en Roma. Las tradiciones romanas se preservaron en otras regiones fuera de Italia, como en el valle del río Mosa, que había sido romanizado mucho tiempo antes de la caída del Imperio, y en Provenza, en la Francia meridional. Esto, unido en ciertas zonas a la influencia del arte bizantino y a los estilos prerrománicos locales, dio principio en Europa a lo que se conoce por nombre genérico de románico, que tiene la voluntad de decir ‘a la manera de los romanos’.
La arquitectura románica
La desintegración de la cultura y economía romanas trajo consigo la evanescencia de la estructura social capaz de hacer un cierto número de arquitectos cualificados y artesanos especializados. Sin sus técnicas, restringidas al arte religioso, los intentos de cimentar edificios monumentales dieron como resultado unas estructuras que fueron a menudo toscas y de proporciones parcialmente modestas. La excepción a este tipo de arquitectura, que desde finales de los siglos V al VIII fue extremadamente sencilla, fue la elaborada en la ciudad de Ravena (Italia), así pues bajo dominio bizantino. Las edificaciones de la ciudad a menudo se realizaron o decoraron con elementos provenientes de las construcciones romanas.
El estilo prerrománico en numerosas regiones fue una prolongación del arte y la arquitectura paleocristianos. De este modo ocurrió por ejemplo con las iglesias de Roma, construidas en planta basilical.
A lo largo del periodo prerrománico se cimentaron igualmente iglesias centralizadas con cúpulas inspiradas en los modelos de la arquitectura bizantina. Avanzando en el tiempo, en la región de Aquitania (en el suroeste de Francia) y en Escandinavia se erigió de esta manera. San Vital de Ravena (526-548), construida para el emperador bizantino Justiniano, y la capilla del palacio construido para Carlomagno en Aix la Chapelle (hoy Aquisgrán, Alemania) entre el 792 y el 805 conforme el modelo de San Vital (igualmente en Aquisgrán) son los ejemplos más complejos y mejor conocidos. El desarrollo del cuerpo occidental de las basílicas cristianas a modo de fachada monumental, envuelta por torres de campanarios, fue una de las artículos de los arquitectos carolingios. Este cuerpo occidental (Westwerk) se transformó en el prototipo para las grandes fachadas de las catedrales románicas y góticas.
En el románico italiano la fachada suele ser triangular sin torres (especialmente en el estilo lombardo, como San Ambrosio de Milán, aquí representada, con su característico atrio porticado), con una torre o envuelta por dos, igualmente llamada “armónica”, que simboliza la puerta de la ciudad de Dios. El arco de medio punto predomina en relación al ojival, divide las naves y separa rítmicamente la secuencia de vanos. El parteluz, una pilastra esculpida que se eleva en el centro de la puerta, aparece inicialmente en Francia, España y Gran Bretaña. Las ventanas geminadas o bíforas se pueden encontrar en las torres de los campanarios o alineadas en frisos de arquillos ciegos para decorar la fachada o los muros laterales.
Las órdenes monásticas cimentaron igualmente destacadas edificios. El monaquismo, manifestación social y religiosa característica de la fase, precisaba grandes complejos residenciales que incluyeran capillas, claustros, bibliotecas, talleres, cocinas, refectorios y dormitorios para los monjes. Los arquitectos, específicamente los cluniacences idearon nuevas técnicas constructivas. Se edificaron complejos monasterios prerrománicos para los benedictinos de Saint-Gall (Suiza), la isla de Reichneau (en el lado germánico del lago Constanza) y Montecassino (Italia).
El desarrollo de las bóvedas de piedra fue uno de los logros admiradas de la arquitectura románica. La razón destacada para el empleo de las bóvedas fue la necesidad de encontrar una alternativa a las cubiertas de madera de las estructuras prerrománicas, expuestas al fuego y la humedad. Los intentos para solucionar los nuevos conflictos estructurales variaron infinitamente. Se emplearon cúpulas, bóvedas de cañón semicirculares y apuntadas y bóvedas de arista. Pero, hasta el periodo gótico, no se consiguió una estructura de mampostería en la que los empujes de las bóvedas estuvieran contenidos únicamente por pilares exentos y contrafuertes.
Como las bóvedas de piedra eran más pesadas que las cubiertas de madera, se emplearon muros más gruesos y columnas más robustas. En el estilo románico pleno, específicamente en el francés, el uso de muros con contrafuertes y pilares macizos como soportes para las pesadas bóvedas de piedra produjo un modelo característico de edificio en el que la estructura se constituye de unidades más pequeñas articuladas. Estas unidades, llamadas crujías, son los espacios de planta cuadrada o rectangular cubiertos por cada bóveda de arista. En la arquitectura románica tardía las crujías tendieron a ser tratadas como unidades elementales del edificio y estos espacios rectangulares se transformaron en un carácter característico destacado del estilo imperante.
La solidez de las estructuras en piedra es otra de las características más notorias de la arquitectura románica. El espacio de las iglesias románicas era en términos generales alto y estrecho, iluminado por ventanas de claraboya abiertas en lo alto de la nave central, bajo la bóveda. Las puertas y ventanas presentaban arcos de medio punto ligeramente apuntados. Estas aberturas fueron pequeñas y estuvieron ornamentadas con molduras, tallas y esculturas que se realizaron más ricas y variadas a medida que el periodo románico fue avanzando hacia su final.