Desde comienzos del siglo XX, los europeos habitantes en los países del Sureste asiático han influido en el arte de los artistas locales, en especial en el empleo de nuevos materiales y técnicas, y en las elección de asuntos diferentes a los habituales. En Birmania y Malaysia, los británicos formaron a conjuntos de pintores, y en algunos casos cooperaron para los artistas locales a desplazarse a Europa para terminar su formación. En Tailandia, el arquitecto italiano Feroci contribuyó a la producción de un departamento de arte en la Universidad Silpakorn de Bangkok. Los artistas tailandeses eran adiestrados en las técnicas occidentales, que no tenían mucho que ver con las tradiciones de pintura mural de su país.
La pintura ya se integra a las artes visuales de todos estos países, sin embargo se trataba de pintura religiosa. Algunas de las obras más antiguas que se preservan se hallaron en Pagan, Birmania: son murales de los siglos XI al XIII que aún se pueden observar en el interior de muchos templos. Pero, la aridez de Pagan no es habitual, y la humedad ha derribado los murales antiguos de otros centros monumentales, como en Angkor, donde sólo quedan restos de pintura roja. Igualmente había pinturas sobre lienzo, sin embargo están muy deterioradas. En Birmania, trasl terremoto de 1975, salió a la luz una rara pieza; se trataba de un lienzo, pintado en colores vivos, enrollado en el interior del brazo de una imagen de Buda.
En todos estos casos, aunque el artista era conocido en la comunidad, el cuadro que realizaba era un acto religioso y anónimo. Pero, gracias a los estudios estilísticos, ha sido posible establecer la identidad de algunos pintores activos en los siglos XVIII y XIX. A lo largo de la etapa colonial, los artistas del Sureste asiático comenzaron a sellar sus obras al destinarlas a la venta, siendo sus notorios clientes los turistas y los diplomáticos.