Helen Keller

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Helen Keller

Helen Adams Keller nació en Tuscumbia, Alabama, EE.UU., en 1880. A causa de una grave enfermedad que sufrió con sólo 1 año y 7 meses de edad, Keller perdió la vista y el oído, lo que le impedía el desarrollo del habla y adquirió otras habilidades durante los primeros años de vida. En 1886, sus padres contrataron a una profesora particular irlandesa, Anne Sullivan, quien pudo enseñarle el lenguaje de signos y cambió radicalmente su vida.

Gracias a la persistencia de Sullivan y la voluntad de la paciente, Helen hizo grandes progresos para poder comunicarse con su entorno hasta que, junto a su tutor, asistió a estudios especiales en la Escuela Horace Mann para la institución Sordos en Boston, y Wright-Humason School en Nueva York, donde no sólo aprendió a hablar, leer y escribir, sino que también quedó capacitada para realizar estudios superiores. Siempre acompañado por Anne Sullivan, de 1900 a 1904, completó su educación en Radcliffe College, donde se graduó con mención cum laude y comenzó a interesarse por la situación social y las desigualdades entre las personas. Militante activa del Partido Socialista, luchó por los derechos de los trabajadores y de las personas con discapacidades. Realizó numerosas conferencias y recibió varios premios tanto en su país como por varios viajes a Europa y África.

Su obra publicada es básicamente autobiográfica, ya que Keller encontró en la escritura el modo de objetivar y expresar su difícil experiencia. Sus libros se convirtieron en ejemplo de tenacidad y resistencia frente a las adversidades, especialmente las enfermedades físicas. Entre sus publicaciones destacan La historia de mi vida (1902), El optimismo (1903), El mundo en que vivo (1908) – libro que le valió fama internacional y que describe el contraste entre la riqueza de su vida interior y la menguada vida sensorial de la que fue víctima –, La canción del muro de piedra (1910), Fuera de la oscuridad (1913), Mi religión (1927), Midstream My Later Life (1929), Paz en el crepúsculo (1932) , El Diario de Helen Keller (1938) y Tengamos fe (1940).

En 1934, Keller tuvo la oportunidad de devolver los favores prestados y la dedicación persistente de su tutor Anne Sullivan, cuando ella perdió la vista de forma inesperada. Keller también ha publicado artículos en la prensa y en revistas especializadas.

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