Con la aparición del budismo en el siglo III a.C. se desarrolla la evolución de una arquitectura monumental en piedra, que se integra con escultura en bajo y altorrelieve. La figura de Buda no se encontraba presente en el arte primitivo indio y se recurría a símbolos y a escenas de su vida, a representaciones de deidades budistas y de leyendas edificantes. En aquella etapa —como a lo largo de toda la historia de la escultura— las figuras y la ornamentación se disponían en liosas composiciones. Los monumentos más notorios de este periodo son los capiteles con formas de animales de los pilares de arenisca para los edictos del monarca Asoka, y las barandillas de mármol que cercan las stupas de Bharhut, en Madhya Pradesh, cuyos relieves parecen estar comprimidos entre la superficie y el fondo. Igualmente son notorias las puertas de la stupa de Sanchi (construida entre el siglo III a.C. y el I d.C.), cuyos relieves tienen la delicadeza y la minuciosidad del tallado en marfil.
En el noroeste de la India, en una región que antiguamente se llamaba Gandhara y que ya entiende Afganistán y parte del Punjab, apareció una escuela de escultura greco-budista que combinaba la influencia de las formas griegas con los asuntos budistas y que alcanzó su apogeo en el siglo II de nuestra era. A pesar de que el estilo Gandhara ejerció influencia eminentemente en la escultura del Asia central, e incluso de China, Corea y Japón, no tuvo ninguna divulgación en el resto de la India, si bien es probable que sus obras arribasen a Mathura, hoy en Uttar Pradesh, donde se desarrolló una importante escuela de escultura entre los siglos II a.C. y VI de nuestra era. Los restos de las obras tempranas pertenecientes a esta escuela denotan igualmente una estrecha relación con el estilo escultórico de Bharhut. Después, en los siglos I y II, la escuela de Mathura desechó los antiguos símbolos de Buda y comenzó a representarle con figuras reales; esta innovación fue adoptada en las sucesivas fases de la escultura india.
En el periodo gupta, que engloba desde el año 320 hasta más o menos el 600, se realizaron figuras de Buda con líneas visiblemente definidas y depurados contornos, envueltas en vestiduras diáfanas que se pegaban al cuerpo como si estuvieran mojadas. Estas figuras eran asiduamente de grandes dimensiones.