
La escultura azteca era fundamentalmente monumental y aparecía asociada a las grandes construcciones arquitectónicas. Muy realista en su concepción, contenía un elemento simbólico y abstracto de gran relevancia relacionado con su universo religioso. Existen piezas de grandes dimensiones que representan a los dioses, los mitos, los monarcas y sus hazañas. De las obras que han acudido hasta nosotros y que se hallan en el Museo Nacional de Antropología de México destacaremos la imponente Coatlicue (diosa serpiente de la tierra), de relieve plano y repleta de símbolos; la cabeza de Coyolxauhqui (diosa de la Luna e hija de Coatlicue); la Piedra del Sol o Calendario azteca, grande bloque circular trabajado en relieve y en honor a la deidad solar Tonatiuh que algunos investigadores atribuyen al señor de la tierra Tlaltecuhtli, y la Piedra de Tizoc, grande disco que cuenta en un friso las conquistas del que fuera célebre tlatoani (emperador) de los aztecas entre 1481 y 1486.
Existen obras escultóricas de menor envergadura entre las que destacaremos el denominado Caballero Águila en la que se simboliza el cara de un guerrero surgiendo del pico de un águila y algunas imágenes del dios Tláloc y de la diosa Chalchiuhtlicue. La más conocida es la imagen del dios de las flores Xochipilli, sentado sobre un gran sitial, con todo el cuerpo cubierto por flores tatuadas.
La escultura de pequeño tamaño en piedra tuvo igualmente una gran relevancia. Suele pertenecer más al ámbito de lo ordinario, reproduciendo, generalmente, animales y objetos comunes. Algunas piezas conservan restos de pintura e incrustaciones desarrolladas con piedras diferentes. La técnica mexica creó obras atrayentes con materiales muy difíciles de labrar. Entre ellas debemos destacar una vasija de obsidiana que simboliza a un mono, o una excepcional calavera de cristal de roca que se encuentra en el Mankind Museum de Londres, donde se percibe el detallado conocimiento anatómico que poseían los mexicas, así como su pericia en el trabajo de la piedra, presentando una pieza casi transparente de un pulido perfecto.
Los trabajos escultóricos en madera y turquesa, aun siendo mucho menos muchos, supusieron un aporte atrayente. Encontramos tambores con relieves muy complejos, marcos para espejos de obsidiana y los denominados mosaicos de turquesas (esculturas en madera cubiertas con mosaicos de piedras) que despliegan la antigua tradición mesoamericana y de los que sólo se preservan algunas cabezas zoomorfas y máscaras.