En el norte de Europa, las expresiones artísticas del gótico tardío fueron contemporáneas con los hallazgos y con el cambio de visión del mundo producido en Italia. En el norte, países como Alemania, los Países Bajos e Inglaterra fueron menos abiertos a la hora de admitir el incipiente renacimiento.
Las iniciales obras del siglo XV fueron menos significativas y a escala menor que las que se produjeron en Italia. Paralelamente, la miniatura de la obra Las muy ricas horas del duque de Berry (c. 1416, Musée Condé, Chantilly), desarrollada por los hermanos Limbourg, revela un interés por el detalle naturalista y por lo anecdótico apartado en Italia. Igualmente son importantes en esta obra la delicadeza y la minuciosidad con que están tratados todos los elementos del paisaje.
El renacimiento en los Países Bajos
El pintor flamenco Jan van Eyck fue el autor de la pintura renacentista en Flandes y en Holanda. Su estilo es una sumario del naturalismo de los hermanos Limbourg más las innovaciones en el uso de la luz de otro pintor, Robert Campin, conocido como el maestro de Flémalle. Van Eyck combina, con talento y habilidad, un estilo que es el contrapunto del arte que Masaccio realiza en esos momentos en Italia. Su obra El cordero espiritual (terminada en el año 1432, San Bavón, Gante) es una de las más sorprendentes obras del renacimiento. Consta de dos alas, pintadas por ambas caras, que se abren para exhibir la tabla central acondicionadas en dos niveles. Probablemente, fue desarrollado en parte con la ayuda de su hermano Hubert van Eyck. La parte central del piso inferior contiene la Adoración del Cordero, con hileras de figuras ponedas en un paisaje articulado que simboliza visiblemente el paraíso. Encima se encuentra la figura del Padre de Dios entronizado, coronado como un Papa con tiara y rodeado por la Virgen María y San Juan Bautista. Van Eyck se manifiesta a sí mismo en esta obra como un agudo observador del mundo visual. Casi por intuición, concibe el método de perspectiva lineal y usa mínimamente la perspectiva aérea en algunas partes del paisaje de fondo. Van Eyck fue igualmente consciente de la persuasión en el televidente de los elementos de la naturaleza muerta e integró muchos detalles en la compleja iconografía de sus obras. Lo que marca la discrepancia de su arte y el de finales del siglo XV en el norte de Europa con el de sus contemporáneos italianos es la completa ausencia de alusiones a la antigüedad clásica.
A mediados del siglo XV, Van Eyck fue estimado por un estudioso italiano como el pintor más significativo de su fase. Su célebre retrato de Giovanni Arnolfini y su cónyuge (1434, National Gallery, Londres) es la representación de los esponsales de un banquero italiano. En la pared del fondo, detrás de la pareja, hay un espejo convexo que evidencia la habitación en la que los maridos se preservan en pie y en la que el artista se autorretrata. Van Eyck dejó constancia de su sella y fechó la obra. Este magnífico pintor igualmente produjo pequeños retratos de conjunto de un impresionante realismo.
Rogier van der Weyden, pintor de Tournai (Flandes), fue quien, a discrepancia de Jan van Eyck, desarrolló un viaje a Italia en el año 1450. Su obra fue muy admirada en Italia e incluso pudo haber influido en la escuela de Ferrara. La obra más destacada de Van der Weyden es El descendimiento de la cruz (1435, Museo del Prado, Madrid) pintado por requerido de un sindicato de artesanos de Lovaina. El dolor que evidencian sus personajes, aún apartado para el arte italiano, se plasma en sus expresiones faciales y en las posturas de sus cuerpos. Como Van Eyck, Rogier tuvo gran destreza para el retrato, sin embargo infundió a sus figuras una dimensión emocional añadida.
La próximo descendencia de pintores flamencos, que reúnen la herencia de Van Eyck y de Van der Weyden, está representada por Dirk Bouts, uno de los primeros artistas que emplearon la perspectiva. Hugo van der Goes imprimió una huella personal y emocional a sus pinturas religiosas, que conjuntaron trazos del arte de los precursores. Su obra más conocida es el Retablo Portinari (c. 1476, Uffizi, Florencia), desarrollado para un mecenas florentino, que definitivamente llegó a Italia en torno a 1480. La aparición de este cuadro de gran formato provocó sensación entre los artistas locales, quienes se quedaron asombrados por el exacerbado realismo del recién nacido que yace en el suelo, así como por la magnífica representación de los objetos que le cercan. Van der Goes se regresó loco hacia mediados de su vida. En algunas ocasiones sus obras consiguieron una gran intensidad expresiva. Su coetáneo Hans Memling, aunque nacido en Alemania, parece ser que se formó en Flandes y en los Países Bajos, donde se desarrolló la mayor parte de su vida. A pesar de que no fue un pintor específicamente innovador, Memling se conformó con emular los hallazgos de sus predecesores, sin embargo ejecutó su obra con una sorprendente destreza.
Sin duda, el artista más único de este periodo fue El Bosco que fue quien menos dependió de la pasada tradición flamenca. Casi todas sus obras fueron completamente anticonvencionales. El jardín de las delicias, igualmente conocido como La pintura del madroño (1510-c. 1515, Museo del Prado), es una obra alegórica del pecado y de la redención, en la que se muestra un mundo surreal e imaginario donde el pasado, el presente y el futuro se despliegan en imágenes de pesadilla. Su extrema extravagancia conduce al arte de Pieter Brueghel, el Viejo, quien desarrolló ya en el siglo XVI una serie de grabados titulados Los siete pecados capitales (1557) que en su imaginación fantasmagórica revelan la poderosa influencia de El Bosco. Al tiempo que muchos de sus coetáneos adoptaron las novedades italianas, Brueghel pretendió rendir un tributo al estilo de los primeros pintores de los Países Bajos y flamencos en sus propias obras y grabados, que a menudo ilustraban proverbios folclóricos, con frecuencia en clave satírica.
Los manieristas holandeses y flamencos, incluidos Bernard van Orley, Lucas van Leyden y Jan van Scorel, albergaron la herencia de Miguel Ángel y de Rafael a través de grabados, o a través de obras de primera mano de los artistas. Adicionalmente, las aportaciones de Alberto Durero, el maestro germánico, sirvieron de estrecho vínculo entre los estilos italianos y el antiguo estilo holandés.
Si los pintores de los Países Bajos se han distinguido durante el renacimiento, los escultores fueron menos innovadores, guardando una conexión más cercana con la tradición gótica del pasado. Las formas arquitectónicas casi no se vieron cambiadas por el renacimiento.