Cine latinoamericano en Argentina y México

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Cine mexicano y argentino

Los dos países latinoamericanos que tienen una industria cinematográfica más sólida y con mayor tradición son México y Argentina.

México

En 1920 se fundan en México los estudios Camus y, ocho años después, Cándida Beltrán, pionera de las desarrolladoras mexicanas, dirige El secreto de la abuela. Más fuerte que el deber (1930), de Rafael J. Sevilla, inaugura formalmente el cine sonoro mexicano, con técnicos que se habían formado en Hollywood. En 1931 Eisenstein rueda su interminada ¡Que viva México! Fernando de Fuentes realiza dos obras elementales repletas de madurez cinematográfica: El compadre Mendoza (1933) y el relato épico de la Revolución Mexicana Vámonos con Pancho Villa (1935). En 1940 se consagra Mario Moreno, Cantinflas, con la cinta Ahí está el detalle, de Juan Bustillo Oro. En esta década se producen cintas cuya calidad sería reconocida en todo el mundo, como María Candelaria (1943), de Emilio Fernández; Doña Bárbara (1943), de Fernando de Fuentes, o Distinto amanecer (1943), de Julio Bracho. Es igualmente la década de los grandes artistas mexicanos, como Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendáriz y Jorge Negrete. En 1942 se hace el Banco Cinematográfico como aval para la realización de cintas, sin embargo sólo bonifica a las productoras más fuertes como Grovas, Filmex, Films Mundiales y Posa Films (de Cantinflas). En 1944 se fundan los estudios Churubusco, de donde saldrá la rebosante realización mexicana de cintas de todos los géneros que invadirá el resto de países latinoamericanos. Juan Orol cultivó un peculiar cine negro mexicano con cintas como Misterios del hampa (1944). En 1950 se producen 122 cintas, el año más fructífero. Aquel año Luis Buñuel realiza su obra maestra mexicana Los olvidados, premiada en el Festival de Cannes, sobre los jóvenes marginados de las grandes ciudades.

Desde la Dirección General de Cinematografía se da impulso a manufacturas como Tarahumara (1964), de Luis Alcoriza, que es un nuevo acercamiento a los indígenas marginados. La artista mexicana Silvia Pinal protagoniza Viridiana (1961), otra obra maestra de Luis Buñuel, rodada en España. El cine mexicano aborda la historia del país desde nuevos enfoques con cintas como Emiliano Zapata (1970), de Felipe Cazals, y Reed, México insinmediata (1972), de Paul Leduc, o emprende búsquedas en la lengua cinematográfica con La hora de los niños (1969), de Arturo Ripstein. Cuando todo apunta a un renacimiento del cine mexicano, al reanudarse además la parte de las distinciones Ariel, en la década próxima la dificultad de esa cinematografía se hace incuestionable. En 1983 los estudios Churubusco son alquilados para cintas extranjeras. A pesar de que directores como Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Paul Leduc y otros despliegan realizando manufacturas independientes en la década de 1990, no se ven señales claros de fortalecimiento del cine mexicano como industria capaz de competir con otras cinematografías.

Argentina

En Argentina, el otro país latinoamericano con tradición cinematográfica, el ámbito es parecido. Su industria se remonta a 1915, año en que se desarrolló Nobleza gaucha, de Humberto Cairo, el mayor éxito del cine mudo argentino. En 1917 se estrena en el cine Carlos Gardel con Flor de durazno. En la década de 1930 se construyen los estudios Liminton y Argentina Sono Film. Proliferan las cintas con asuntos de tango, como Los muchachos de antes no utilizaban gomina, de Manuel Romero, que ganan el mercado latinoamericano. En 1942 se alcanza la mayor realización de cintas, con un total de 57 títulos, entre ellos La guerra gaucha, de Lucas Demare. Pero en estos años se hace incuestionable el boicoteo de Estados Unidos con la exigüidad de cinta virgen. La industria argentina del cine pierde el mercado latinoamericano en beneficio de las manufacturas mexicanas. A pesar de que el gobierno promulga un decreto de exhibición obligatoria de cintas nacionales, la dificultad despliega y se agrava con las guerras intestinas entre las notorias productoras. A finales de la década de 1940 se cierran varios estudios. Desde ese momento, el cine argentino recibe subvenciones, sin embargo la pérdida de los mercados exteriores pesa demasiado. En 1950 se construyen los estudios Alex, sin embargo para así pues numerosas productoras habían quebrado.

En 1955 fue invitado Emilio Fernández, el gran director mexicano, para realizar La Tierra del Fuego se apaga. En la década de 1960 apareció lo que se llamó nuevo cine argentino, con cintas como Alias Gardelito (1961), de Lautaro Murúa. El gran cineasta argentino Torre Nilsson realiza una nueva versión de Martín Fierro en 1968. En la década de 1970 hay un leve repunte de la industria argentina del cine encarnada por manufacturas independientes y con temáticas diferentes a las convencionales de tangos y gauchos, como La fidelidad (1970), de Juan José Jusid, con el artista Héctor Alterio, que después ha trabajado en el cine español; La Patagonia rebelde (1974), de Héctor Olivera; La Raulito (1975), de Lautaro Murúa; La parte del león (1978), de Adolfo Aristarain, que conduciría igualmente Tiempo de revancha (1981), con el artista Federico Luppi; Momentos (1980), de María Luisa Bemberg, y El arreglo (1983), de Fernando Ayala. Posteriormente a una fase de cierto estancamiento, en los últimos años el cine argentino ha experimentado un revivir con autores como Eliseo Subiela (No te mueras sin evidenciarme a dónde vas, 1995).