¿Qué es el arte? ¿Dónde se puede encontrar? ¿Quién es capaz de apreciarlo? ¿Quién lo produce? Al pensar en estas preguntas, es natural que se evoquen respuestas asociadas al universo de la cultura erudita. Arte es un cuadro de Portinari, una sinfonía de Mozart, una película de Jean-Luc Godard o una coreografía de Deborah Colker. Habita museos concurridos, refinadas salas de concierto, cinematecas de culto y teatros renacentistas. Está a la disposición de unos pocos privilegiados dotados de sensibilidad agudizada para descifrar o interpretar sus mensajes. Para algunos el arte, sobre todo, es realizado por individuos únicos.
El filósofo británico Robin George Collingwood (1889-1943) en su clásico The Principles of Art sostiene que el arte es hecho por el ser humano para exprimir sus sentimientos subjetivos. Bajo este punto de vista, las obras artísticas hablan de sueños, epifanías, perplejidades, frustraciones, dolores, amores. Son capaces de suscitar emociones en público que los hechos del día a día no consiguen transmitir. Provocan risa, lágrimas, reflexión, cambios de mentalidad. De ahí su importancia en la vida de cada uno de nosotros.
Desde esta perspectiva más generosa, se puede ampliar la gama de artistas potenciales para prácticamente la totalidad de la humanidad. Somos capaces de producir y entender el arte. Esto sirve, por supuesto, para la escuela. Los estudiantes de educación infantil, aunque no sean especialistas ni necesiten concebir obras maestras de arte, tienen algo en común con los artistas profesionales: ellos tienen deseos, imaginación, opiniones e identidades para exprimir.
El foco en la expresión de los estudiantes tiene como objetivo romper los límites de las actividades estereotipadas (dibujos para colorear, reproducción de cuadros de artistas consagrados…) pero no se confunde con la espontaneidad del tipo ‘dejar hacer todo’. Tiene que ver con el recorrido creativo individual, proceso por el cual los artistas pasan al realizar sus obras. Se trata de una inmersión en el universo artístico, conocer referencias y explorar materiales como base para producir.
Para el educador, enseñar arte significa tener la preparación y disposición para guiar a la clase en los desafíos artísticos. Estimular el potencial creador de niños y jóvenes enriquece el desarrollo de ellos como sujetos y ciudadanos. Al producir arte, el estudiante amplía su forma de percibir el mundo y de opinar sobre él. Pero la realidad de muchas escuelas está a Louvres de distancia de ese ideal. Así, son recurrentes en el ambiente de enseñanza las siguientes situaciones poco estimulantes:
- 1) En el momento de dibujar, los alumnos reproducen estereotipos, como el célebre dibujo de una casa con montañas y el sol de fondo.
- 2) Actividades de baile que se limitan a coreografías de imitación (de televisión o Internet).
- 3) El teatro es organizado solo para que, al final de año, todos representen un cuento de hadas para los padres. Y la niña más bonita es la princesa.