Arte japonés

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Otani Oniji arte japones

Arte japonés, agrupación de obras de arte desarrolladas en Japón desde la instalación en las regiones de los primeros habitantes (en torno al 10.000 a.C.) hasta la actualidad.

Históricamente Japón ha estado sujeto a repentinas invasiones de ideas nuevas provenientes del extranjero, seguidas por largos periodos de mínimo contacto con el mundo exterior. A lo largo del tiempo, los japoneses han desarrollado la habilidad de absorber, imitar y hacer suyos los elementos de culturas extranjeras que servían para complementar sus preferencias estéticas. Las expresiones artísticas más antiguas que se realizaron en Japón datan de los siglos VII y VIII y están conectadas con el budismo. En el siglo IX Japón comenzó a dejar la influencia china y a realizar formas de expresión propias. De manera gradual fue cobrando relevancia el arte profano, que continuó floreciendo, junto al religioso, hasta finales del siglo XV. A raíz del conflicto bélico de Onin (1467-1477) el país entró en una etapa de desorganización política, social y financiera que se prolongó durante casi un siglo. Bajo el mando de la dinastía Tokugawa (o periodo Edo, 1603-1867) disminuyó el protagonismo de la religión en la vida diaria y las artes que se cultivaron fueron básicamente las profanas.

El pincel es el medio de expresión artística preferido de los japoneses. Su uso es en especial eminente en las artes de la pintura y la caligrafía japonesas, que se practican tanto de manera profesional como aficionada. Hasta los tiempos modernos siempre se ha empleado el pincel, y no la pluma, para redactar. La escultura era a ojos de los artistas un medio de expresión mucho menos eficaz; la mayor parte de ella está conectada con la religión, por lo que su relevancia disminuyó con la declive del budismo convencional. Por el contrario, la cerámica japonesa es una de las más hermosas del mundo y, de facto, a esta modalidad artística pertenecen muchos de los objetos japoneses más antiguos que se conocen. En cuanto a la arquitectura, revela visiblemente las preferencias japonesas por los materiales naturales así como la interacción del espacio interior y del exterior.

La sobresaliente característica del arte japonés es su polaridad. Por ejemplo, en la cerámica de las etapas prehistóricas, la exuberancia dio lugar a un arte disciplinado y refinado. De la misma manera, hay dos tendencias en el siglo XVI absolutamente diferentes: el palacio de Katsura, cerca de Kioto, es una muestra de la sencillez de líneas, en la que destacan la delicada uso de la madera y la integración en los jardines periféricos, que realzan la belleza del edificio; por contraste, el templo-santuario mausoleo de Toshogu en el monte Nikkō es una estructura rígidamente simétrica con relieves coloreados que cubren toda la superficie visible. El arte japonés es apreciado no únicamente por su simplicidad sino igualmente por la exuberancia de su colorido, y ha ejercido una considerable influencia sobre la pintura y la arquitectura occidentales de los siglos XIX y XX respectivamente.