Antropología social: la evolución de los sistemas político-sociales

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cazadores-recolectores

Las sociedades humanas que, en principio, se juzgaron más simples son los grupos de cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos. En estos pueblos se agrupa un reducido número de familias para formar clanes o conjuntos nómadas de 30 a 100 individuos, asociados por parentesco y vinculados a un territorio concreto.

Los conjuntos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas de África, India y Filipinas) nos permiten conocer el estado de la organización social y cultural de casi toda la experiencia histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco, ideas religiosas, métodos sanitarios y características culturales no sólo ilustran las raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos presentan a escala reducida y resultan más sencillos de estudiar. Las culturas de cazadores-recolectores que aún perviven ponen de manifiesto las adaptaciones que son necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e inhóspitos.

Los métodos sociales y financieros de mayor complejidad no florecieron hasta que no se presentaron las circunstancias favorables que permitieron a las iniciales sociedades asentarse en comunidades estables y estables durante todo el año. Se produjo así pues el avance crucial hacia la agricultura y la cría de animales.

La transformación neolítica —esto es, los comienzos de la aclimatación de los recursos alimenticios— sucedía de manera independiente en el Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos 12.000 años, conforme los contrastes arqueológicas más recientes. Con las grandes concentraciones de población y los asentamientos estables, florecieron las organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a diferentes conjuntos locales. Los nuevos métodos locales, que a menudo comprendían conjuntos de individuos provenientes de comunidades aisladas, se encontraban unidos en la conmemoración de cultos religiosas, en el intercambio de alimentos y en los rasgos culturales.

A pesar de que los conjuntos más pequeños carecían, en muchos casos, de un gobierno central, el incremento de la población y de las fuentes de alimentos desarrollaron la necesidad, y la viabilidad, de la centralización política. Las jefaturas representan los métodos sociales a pequeña escala, en los que los alimentos y el acatamiento político confluyen en un jefe central, o jefe, que a su vez redistribuye los alimentos y es admirado por los miembros de la comunidad.