Después de la muerte de Jesucristo, la predicación del ideal cristiano recayó sobre los discípulos del primer siglo. En su fase inicial, esta acción evangelizadora se limitaba al perímetro de la región de Judea, donde Jesús mismo habría hecho la mayor parte de su predicación. Sin embargo, con el tiempo, la acción de los discípulos había demostrado su eficacia y llevaron a la difusión de los valores cristianos de otras partes del Imperio Romano.
Para los líderes romanos, la difusión del cristianismo era una seria amenaza para los valores e intereses del imperio. La creencia monoteísta era contraria al panteón de las deidades romanas, entre las que destacó el culto al emperador de Roma. Al mismo tiempo, el concepto de libertad hacía que muchos esclavos no se subyugaran a la imposición gubernamental que legitimaba la posición subordinada de los mismos.
Por lo tanto, los cristianos eran perseguidos en muchas maneras diferentes. Fueron torturados públicamente, arrojados a la furia de los animales violentos, empalados, crucificados, y hasta quemados vivos. Para redimir y orar por sus mártires, los cristianos empezaron a enterrarlos en las llamadas catacumbas. Estos funcionaron como tumbas subterráneas, donde los cristianos podían cantar canciones y pintar cuadros que expresasen su fe religiosa.
Estas canciones se desempeñaron como frases prosódicas dictadas con ritmo y sin ningún tipo de instrumento musical de acompañamiento. Según algunos investigadores, este tipo de canción, más comúnmente conocido como salmodia (en referencia al libro de los Salmos) fue traída por San Pedro, aún en los primeros años de la era cristiana. Más tarde, la música cristiana se conoce como cantus planus, que tiene como principal variación la variación melódica.
La pintura, desarrollada en las catacumbas estaba rodeada por símbolos que indican un fuerte criterio a la hora del culto cristiano. El símbolo más recurrente fue el crucifijo, que narra la disposición de que Jesús tuvo que morir por la salvación de los hombres. El áncora significaba el ideal de salvación. El pez también fue común y representaba las iniciales Jesus Cristo, Hijo de Dios, Salvador.
El desarrollo de este tipo de expresión artística, terminó permitiendo la ejecución de las escenas más complejas. Algunas escenas de los textos bíblicos comenzaron a hacerse cargo de las paredes de las catacumbas. Sin embargo, la imagen era la más representativa del mismo Jesucristo. Muy a menudo, el mayor ejemplo de cristianismo fue simbolizado como un pastor entre las ovejas. Esta alegoría alude a la importancia de la evangelización constante entre los cristianos.
Esta fase inicial del arte primitivo no fue dominada por algún artista en particular. La mayoría de las representaciones que encontramos fue realizada por anónimos que quisieron expresar sus creencias. La falta de conocimientos, técnicos antes del diseño de obras, marcó la fase inicial del arte cristiano con formas simples y rudas.