Las armas biológicas son agentes patógenos (virus, hongos, bacterias) que se utilizan para atacar e infectar a un gran número de personas que viven. Esos artefactos son manipulados desde hace siglos –existen registros de contaminaciones cuando los ejércitos usaban cadáveres en deterioro para contaminar el abastecimiento de agua o cuando lanzaban cuerpos de víctimas de la viruela en el territorio enemigo.
Los registros más recientes son los de los actos terroristas que enviaban correspondencias contaminadas con ántrax. Todavía no hubo una gran contaminación (en masa) porque este evento solamente puede ser efectuado con un gran apoyo científico-militar, es decir, en periodo de una gran guerra o por grupos terroristas bien entrenados.
La arma biológica de mayor potencial conocida sigue siendo el ántrax, una enfermedad provocada por la bacteria Bacillus anthracis. Típica de regiones agrícolas de Asia, África y América Latina, la transmisión de la enfermedad se da cuando las esporas de bacteria penetran alguna herida cutánea, o cuando los mismos son inhalados o ingeridos. En la piel, que corresponde al 95% de los casos, la enfermedad se manifiesta como una infección con pus, similar a un furúnculo, formando posteriormente una mancha negra.
En el caso de inhalación, provoca neumonía, fiebre alta y dificultades respiratorias y generalmente es fatal. Una guerra biológica puede producir efectos terribles, por eso se firmó un acuerdo en 1972 para evitar tal guerra, pero, de hecho, ese acuerdo no estipula penalidad y no hace un control riguroso, apenas registró la intención y voluntad de los países a comprometerse a esa actitud.
