El árbol bronquial se compone de los bronquios, los bronquiolos, los conductos alveolares, los sacos alveolares y los alvéolos, y es responsable de traer el aire aspirado a través de las fosas nasales a los pulmones.
La tráquea, justo antes de entrar en el pulmón a través del hilio (zona por donde entra y salen sus componentes principales), se ramifica en dos, dando lugar a los bronquios. Esta primera generación es conocida como bronquios primarios, que dentro del pulmón se dirigen para abajo y para fuera, originando tres bronquios en el pulmón derecho y dos en el pulmón izquierdo. Cada bronquio suple un lóbulo pulmonar. Esos bronquios lobares se dividen varias veces, dando lugar a bronquios menores, siendo los últimos ramos designados como bronquiolos. Cada uno de esos últimos penetra en un lóbulo pulmonar, donde se ramifica, formando de cinco a siete bronquiolos terminales. Cada uno de los bronquiolos terminales da origen a uno o más bronquiolos respiratorios, los cuales marcan la transición para la porción respiratoria. En esta, están comprendidos los conductos alveolares, los sacos alveolares y los alvéolos.
Los bronquios primarios, en su porción extrapulmonar, poseen la misma estructura observada en la tráquea. A medida que va para la porción respiratoria, se observa una simplificación en la estructura en ese sistema de conductos. Esa simplificación es lenta y gradual, no habiendo transición brusca. Siendo así, podemos decir que la división del árbol bronquial en distintos segmentos posee apenas un valor didáctico.