Si eres uno de aquellos que con cualquier síntoma de acidez recurre a los antiácidos, debes prestar especial cuidado. Descubre aquí los motivos de tal precaución.
El componente principal de los antiácidos es el bicarbonato de sodio (NaHCO3): un polvo blanco, soluble en agua. Este compuesto también es conocido como hidrogenocarbonato de sodio y calificado como sólido alcalino.
La reacción siguiente muestra la interacción entre el bicarbonato de sodio y el ácido clorhídrico:
NaHCO3 + HCl → NaCl + H2O + CO2
La ecuación representa la acción de NaHCO3 en nuestros cuerpos cuando estamos con el ácido del estómago (HCl). Los productos de la reacción son dióxido de carbono (CO2), cloruro de sodio (NaCl) y agua (H2O). La presencia de CO2 puede ser notada en la práctica: al ingerir el antiácido sentimos necesidad de liberar este gas por la boca, en la forma de eructos.
Los antiácidos de estómago tienen el poder de neutralizar el exceso de HCl del jugo gástrico presente en nuestro estómago, el responsable por auxiliar en la digestión de los alimentos que ingerimos. Hasta ahí todo bien, el problema surge cuando hacemos uso en exceso de este medicamento.
Cuando se comenten exageraciones en la alimentación es normal sentir ardor de estómago, pero esos síntomas solo deben ser medicados cuando suceden en una frecuencia que interfiera en las actividades diarias. Además, el malestar estomacal puede ser una respuesta de ansiedad al nerviosismo. Esas dos situaciones ocasionan un desequilibrio en el pH del estómago.
Si recurrimos a los antiácidos al menor síntoma y diariamente, notaremos un aumento de gases en el estómago debido a la liberación de CO2 de los efervescentes. Por tanto, presta atención, si la incomodidad de la acidez estomacal se vuelve frecuente (dos veces por semana por más de un mes) no te automediques, la mejor salida es recibir el consejo médico.
