El ozono (O3) se encuentra en la estratosfera y corresponde a una capa de la atmósfera, este gas se encuentra entre los 10 y 50 km. de altura, en la llamada capa de ozono.
Esta capa es esencial para el desarrollo y mantenimiento de la vida en la Tierra, ya que realiza una especie de filtrado de la luz solar mediante la promoviendo la retención de los rayos ultravioleta -que son perjudiciales- , impidiendo que lleguen a la superficie terrestre.
Alrededor de 1930, apareció el CFC (clorofluorocarbono) para fines industriales. La empresa pionera en el uso de esta sustancia fue General Motors. Con el tiempo su uso se dispersó por todo el mundo, especialmente en los países industrializados y la CFC se insertó en los bienes de consumo, tales como refrigeradores, aire acondicionado, aerosoles, entre otros.
En las primeras décadas de la utilización de gas no se detectaron daños al medio ambiente. Sin embargo, la idea de que este gas era inofensivo fue superada a finales de los años 70, cuando se sostuvo por distintos tipos de estudios un cambio en la capa de ozono en la Antártida. Esta observación fue hecha a partir de información obtenida por imagenes satelitales. Con los datos científicos derivados del estudio se observó una reducción del 60% en la capa de la región.
A partir de este descubrimiento, los científicos establecieron una relación directa entre la emisión de gas CFC y la disminución de la capa de ozono. El gas CFC expulsado a la atmósfera se eleva a las capas superiores, donde son sometidos a la acción de los rayos ultravioleta que sucede de la siguiente manera: el CFC se fragmenta, el cloro comienza a interactuar con el ozono y a partir de ese proceso se produce una ruptura de ese tipo de molécula y en consecuencia se destruye la capa de ozono paulatinamente.
La disminución en la cantidad de ozono genera un aumento de la entrada de rayos ultravioleta a la superficie terrestre alterando toda la composición natural del clima y de los paisajes, provocando enfermedades sobre los seres humanos, como el melanoma (cáncer de piel), cataratas y fallo inmunológico y comprometiendo la vida en el planeta.
Teniendo en cuenta los resultados sobre el debilitamiento de la capa de ozono y los riesgos que entraña, las economías más importantes se reunieron en 1987 en la ciudad canadiense de Montreal, y aplicaron el Protocolo de Montreal, que establecía metas para reducir el gas CFC en primer momento y, seguidamente, abandonar su uso. Este acuerdo fue muy exitoso, ya que todos los países se unieron a la iniciativa y ejecutaron sus metas.