Los efectos de la contaminación y la destrucción de la naturaleza son desastrosos: si un río está contaminado, toda la población sufre las consecuencias. La contaminación está dañando a los ríos, mares y lagos en pocos años. Una fuente de agua sujeta a contaminación acaba siendo inservible para animales y seres humanos.
El tratamiento del agua en un río plantea serios costes financieros y de recursos naturales. Los manantiales sufren constantes amenazas, pues acaban recibiendo las aguas residuales de las ciudades, llevada por la escorrentía junto con otros residuos orgánicos.
La impermeabilización del suelo causada por el asfalto y por los cimientos dificulta la infiltración del agua. Las ocupaciones clandestinas de las zonas que abrigan los manantiales también terminan contaminando las aguas, pues sus moradores depositan basura en el lugar.
Los contaminadores y destructores de la naturaleza son los mismos seres humanos que vierten la basura directamente en los ríos, sin ningún tratamiento, terminando con la vida de organismos acuáticos.
La Revolución Industrial alteró la relación entre el hombre y la naturaleza de modo permanente con implicaciones en los recursos hidrológicos (máquina de vapor, presas hidroeléctricas…)
La agricultura también está contaminando el agua, ya que los pesticidas y agroquímicos son transportados por el agua de lluvia a los ríos y arroyos próximos o penetran en las aguas subterráneas desde el suelo.
El agua contaminada puede causar enfermedades como el cólera, la fiebre tifoidea, la disentería o la amibiasis. Muchas personas están sujetas a estas y otras enfermedades debido a que sus casas no tienen agua potable o alcantarillado.
