África es hoy el continente más pobre del planeta, con una pobreza generalizada y el hambre extendido en todos sus rincones, con el aumento de la mortalidad infantil y el genocidio causado por las rivalidades tribales enaltecidas desde la presencia de europeos en la zona. De acuerdo con datos del Banco Mundial, una de cada tres personas que vive en África vive en estado de pobreza absoluta, no consiguiendo satisfacer las necesidades mínimas de alimentación y salud. La producción de alimentos en el año 1994 fue un 20% menor que la de 1970.
Los datos de la salud pública africanos de ese mismo año son estremecedores: casi un tercio de los niños de África sufren de desnutrición grave y 4 millones de aquellos nacidos en ese año murieron antes de cumplir 5 años de edad. Epidemias de malaria, tuberculosis, diarrea, cólera, meningitis y ébola están surgiendo y, a pesar de toda ayuda externa, faltan médicos, hospitales y medicamentos.
Lo más grave es que de los 14 millones de personas en el mundo infectadas con el virus del SIDA, 9 millones se encuentran en África y se encuentran en la edad más productiva. En la educación, la situación también es muy grave: las inversiones en escuelas y educación tienen un importante declive; el absentismo escolar, en todos los niveles, se incrementó de manera alarmante y un tercio de todos los graduados de la educación superior deja el continente negro. Las divisiones étnicas desencadenan conflictos separatistas o masacres tribales, matando a millones de personas, como en Ruanda y Etiopía.
Pero la situación de los países africanos independientes no siempre fue tan grave. En los años de la independencia, esas naciones eran dirigidas por dictaduras militares u hombres fuertes, los llamados presidentes vitalicios, que, aunque hablasen de democracia, gobernaron por medio de la censura, ejerciendo el asesinato de los opositores, haciendo uso de la policía secreta y otros medios de violencia radical.
En los países socialistas, estaba la dictadura de un partido único o del líder, quien silenciaba a sus adversarios a través de diferentes estrategias. Pero, con el uso de la fuerza, esos regímenes contenían las rivalidades entre las diferentes etnias del país.
Las naciones de África, recientemente liberadas, invertían en educación, salud y agricultura. En casi todas ellas, los indicadores sociales mejoraron en las décadas de 1960 y 1970. El analfabetismo y la mortalidad infantil eran menores y la expectativa de vida mayor debido a las mejorías en la alimentación, salud y saneamiento básico. La Guerra Fría estaba en proceso y americanos y soviéticos trataban de ampliar sus áreas de influencia. Por eso, en aquella época, los países socialistas, capitalistas, asiáticos y la ONU invirtieron en la mejoría de vida de los países africanos.
Los problemas de África se agravaron en la década de 1980, que fue la década perdida para el continente. Una recesión mundial violenta derribó los precios de los productos básicos africanos como el cacao, el cobre y el café en el mercado internacional.
Con la caída de las exportaciones, los países africanos se vieron incapaces de pagar su deuda externa y no recibieron más dinero del extranjero, lo que contribuyó para el desguace de la infraestructura de estos países. Por otro lado, las guerras civiles, debido a las rivalidades tribales y la corrupción gubernamental también liquidaron los estados africanos y alejaron toda inversión extranjera.
Estos países se han visto obligados a recurrir a los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que exigían reformas políticas y sociales, a lo largo de las líneas de esos órganos: las elecciones libres, el sistema multipartidista, la devaluación de las monedas, la eliminación de los subsidios a la alimentación, la salud, la educación y el transporte y la apertura económica a los mercados internacionales. Todos los líderes africanos cumplieron sus designios. Ningún líder africano se dice socialista o nacionalista, y sí demócrata y liberal, pues deseaba recibir los dólares del Banco Mundial y del FMI.
África hoy conoce acerca de las elecciones, disputas entre partidos y libertad de oposición, hechos raros en toda su historia. Más de la mitad de los 48 países que la componen realizaron elecciones libres en 1994, pero la democracia auténtica todavía no llegó. Las viejas o las nuevas élites siguen siendo las que dominan el poder, aunque haya desaparecido la figura del dictador vitalicio o del partido único.
La apertura política exacerbó las rivalidades étnicas, visto que el grupo étnico que pierde las elecciones se rebela o se dispone a luchar contra el gobierno, mientras aquel que asume el poder acaba por dominar a los antiguos dominadores.
La democracia occidental no ha funcionado en África, donde las rivalidades étnicas no respetan cualquier ley. Con su política de recorte de gastos públicos para estabilizar la economía, muchos gobiernos africanos están dispensando funcionarios e invirtiendo menos en educación y en salud, medidas que han castigado a los más pobres, los cuales terminan muriendo de hambre o de enfermedades.
Los expertos del FMI sostienen que los pobres se verán favorecidos cuando esas medidas drásticas surtan efecto y los países africanos regresan a su crecimiento; mientras, esos propios especialistas admiten que, si todo va correctamente, en medio siglo los países africanos volverán a los patrones de vida de la década de 1970.
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