Contrariamente a lo que uno podría pensar, los cuentos de hadas no fueron escritos inicialmente para niños, mucho menos para transmitir enseñanzas morales (a diferencia de las fábulas de Esopo). En su forma original, los textos trajeron fuertes dosis de adulterio, incesto, canibalismo y terribles muertes. Marina Warner, especialista en historias infantiles de la Universidad de Essex, en Inglaterra, dice que el hombre y la mortalidad infantil servían de inspiración para los cuentos de hadas surgidos en su mayoría en la Europa de la Edad Media.
Originalmente diseñados como entretenimiento para adultos, los cuentos de hadas fueron contados en reuniones sociales, grandes salones, campos y otros ambientes donde los adultos se congregaban. Por eso muchos primeros cuentos de hadas incluyen escenas explícitas, exhibicionismo y voyeurismo. En una de las versiones de Caperucita Roja, la heroína hace un baile para el lobo, antes de saltar en la cama con él. Una de las primeras presentaciones de la Bella Durmiente incluye relaciones que la terminan dejando embarazada. Y en la historia de La princesa que conseguía reir, la heroína es condenada a una vida de soledad porque, inadvertidamente, vio determinadas partes del cuerpo de una bruja.
Algunos folcloristas creen que los cuentos de hadas transmiten lecciones sobre el comportamiento correcto y, así, enseñan a los jóvenes a cómo tener éxito en la vida a través de sabios consejos. La creencia de que los cuentos de hada contienen lecciones puede ser, en parte, acreditada a Perrault, cuyas historias vienen acompañadas de divertidas morales, muchas de las cuales incluso llevan riman. Los cuentos de hadas poseen muchos atractivos, pero transmitir lecciones no es una de ellas.
Las hadas en transición
Después de su aparición en el ciclo literario de la materia de Bretaña en los siglos XII y XIII, a través de Maria de France y Chrétien de Troyes, entre otros, las hadas volvieron a primer plano con la ambigua figura de Melusine (¿Druida o hada? ¿Mujer o serpiente?), un personaje en la novela homónima publicado en Francia en el siglo XIV y que hizo el éxito para más de 100 años.
Desde el siglo XVI, los cuentos de hadas (todavía pensados para adultos), comenzaron a ser recogidos en antologías como Las noches agradables, de Giovanni Francesco Straparola (siglo XVI.
El renacimiento vería la aparición de varias otras obras influenciados por la mágica atmósfera céltica. El mismo Shakespeare presenta un rey de los duendes (Oberón), un hada reina (Titania) y un elfo (Puck) en su obra Sueño de una noche de verano. Incluso en una obra más seria, como Romeo y Julieta, el Bardo introduce un hada, la reina Mab.
Romances preciosos
A finales del siglo XVII hasta poco antes de la revolución francesa en el siglo XVIII, la decadencia del racionalismo clásico dio margen al surgimiento de una literatura extra-oficial, que celebraba la exaltación de la fantasía, de lo imaginario, del sueño, de lo inverosímil. En su producción y divulgación destacó el papel de las preciosas, mujeres cultas que reunían en sus salones a la élite intelectual de la época, muchas veces para apreciar exclusivas dramatizaciones de cuentos de hadas.
Uno de los más conocidos, tanto por su producción literaria como por su escandalosa vida, fue la joven baronesa Madame D’aulnoy, quien en 1690 publica el romance precioso Historia de Hipólito donde hay un episodio, la Historia de Mira, protagonizada por una hada. Mira se convirtió en un éxito y lanzó la moda en la corte francesa, causando que Madame D’aulnoy escribiera ocho novelas más como entre 1696 y 1698, entre las que destacan Cuentos de Hadas, Nuevos Cuentos de Hadas e Ilustres Hadas. En las páginas de estas obras surgen cuentos como El pájaro azul, La princesa de los cabellos dorados, La rama dorada, posteriormente reutilizadas y reinterpretados en la literatura infantil.
El entorno creado por las preciosas novelas hizo posible la recepción de Las mil y una noches en el siglo XVIII y duró hasta el final del siglo, cuando, entre 1785 y 1789 fue publicada la serie Gabinete de las Hadas (Cabinet des Fées). Sus 41 volúmenes, escritos por varios autores, marcan el final de este tipo de producción literaria dirigida exclusivamente al público adulto.
Los cuentos de hadas para niños
Las versiones infantiles de los cuentos de hadas hoy consideran clásicos, debidamente expurgados y suavizados, que habrían nacido en Francia en el siglo XVII, en la corte de Luis XIV, a través de Charles Perrault. En referencia a los países de lengua inglesa, la transformación de cuentos de hadas en literatura infantil (o su popularización) solo habría ocurrido en el siglo XIX, en función de la actividad de vendedores ambulantes que viajaban por el mundo vendiendo artículos domésticos, partituras y pequeños volúmenes baratos llamados de chapbooks. Estos chapbooks (o cheap books, libros baratos en inglés), eran vendidos por pocos centavos y contenían historias simplificadas de folclore y cuentos de hadas expurgados de los pasajes más fuertes, lo que les facultaba el acceso a un público más amplio y menos sofisticado.