La mayoría de los emplazamientos mesoamericanos precolombinos se hallan en lo que actualmente es México.
Las culturas preclásicas más importantes de México fueron la olmeca y las culturas occidentales de Colima, Jalisco y Nayarit.
Los olmecas
Instalados en la región costera central del golfo de México, los olmecas realizaron la primera civilización mesoamericana importante, entre en torno al 1500 y el 600 a.C. En las cuencas pantanosas y selváticas de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco había grandes centros cultores como La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo. Muchos de los elementos más característicos de la civilización mesoamericana se desencadenaron con los olmecas, como ha quedado demostrado en especial en La Venta, que es la capital administrativa y cultor más conocida de esta cultura.
La Venta, al igual que muchos emplazamientos mesoamericanos ulteriores, está organizada siguiendo un eje norte-sur. En el centro de esa disposición axial de templos, plataformas y plazas se erigió una pirámide rectangular con tierra apisonada de 30 m de altura, que es una de las iniciales de Mesoamérica. Este trazado se transformaría en algo común en los centros cultores mesoamericanos que se cimentaron ulteriormente. Los olmecas fueron los primeros en emplear la piedra en arquitectura y escultura, pese al obstáculo de su extracción y transporte desde las montañas de Los Tuxtlas a 97 km al oeste. Fueron igualmente los primeros autores de mosaicos en piedra de América.
Los objetos olmecas más sobrecogedores son las cabezas grandiosos de piedra, de en torno a 2,7 m de altura que, por su realismo, parecen retratos. Se han encontrado relieves de grandes dimensiones y detalle que representan deidades o sucesos mitológicos, al igual que estatuillas de basalto y de jade talladas de modo exquisito. Pero, pese a su relevancia, la escultura no se combinó con la arquitectura como en civilizaciones mesoamericanas ulteriores. Se erigieron estelas de piedra o lápidas de roca aisladas, probablemente para conmemorar sucesos significativos, y se grabaron con inscripciones de símbolos iconográficos, precursores de la escritura mesoamericana ulterior.
El arte olmeca, como el de los mayas, se caracteriza por un alto grado de naturalismo. Predomina lo curvilíneo por encima de lo rectilíneo, lo cual hace formas rítmicas y fluidas que parecen conservar una equilibrio con un entorno tropical, en contraste con el arte estilizado y anguloso que suele encontrarse en los valles parcialmente austeros de las montañas del centro y sur de México.
La esfera de influencia de los olmecas se difundió desde su centro en el golfo de México a través de la altiplanicie mexicana, el valle de México conocido como Anáhuac, la región de Oaxaca, y por el oeste hacia el estado de Guerrero. A pesar de que la cerámica olmeca que se elaboró en el centro es de menor relevancia, en los emplazamientos olmecas de la altiplanicie, Tlatilco y Tlapacoya, se han encontrado estatuillas huecas de arcilla que son, seguramente, las iniciales de Mesoamérica y se cuentan entre los mejores ejemplos de escultura en cerámica mesoamericana. La cultura indígena de Tlatilco produjo igualmente una gran cantidad de estatuillas de mujeres con preparados peinados y una ornamentación corporal muy detallada que se conocen indiscriminadamente como ‘mujeres hermosas’. Los aspectos femeninos exagerados de su anatomía parecen indicar que se utilizaban como símbolos de la fertilidad tanto para la fecundidad humana, como para la de la tierra puesto que se enterraban en los campos de cultivo.
En los estados mexicanos de Morelos y Guerrero, se aprecia la influencia olmeca en las figurillas de barro de Xochipala, en la pintura de la cueva de Oxtotitlán, en Guerrero, y en los bajorrelieves de las paredes de la cueva de Chalcatzingo, en Morelos. Estos dos últimos enclaves se encontraban consagrados al culto de una deidad encarnada en el jaguar, cuyo poder y relación con los jefes mandatarios constituía el tema de la mayoría del arte olmeca. Véase Arte olmeca.
Colima, Jalisco y Nayarit
A finales de la etapa preclásica y principios del clásico emergieron importantes culturas en la zona occidental de México. A pesar de que antiguamente se denominaron tarascas por equivocación, actualmente se les conoce con los nombres de los estados mexicanos donde se hallan los emplazamientos: Colima, Jalisco y Nayarit.
No se cimentaron emplazamientos arquitectónicos importantes y se desarrolló muy poca escultura en piedra, sin embargo de allí provienen algunas de las figurillas de barro y vasijas en forma de efigie mejor desarrolladas de Mesoamérica. En Ixtlán del Río, Nayarit, los artesanos desarrollaron esculturas de género muy detalladas, arribando incluso a la caricatura, en las que se representaban todos los trazos de la vida urbana. Estas escenas pintadas en negativo (dejando en reserva el tema, protegiéndolo con cera, que se derrite en el momento de la cocción de la pieza) tienen la claridad e inmediatez de la fotografía. A pesar de que menos dinámicas y sencillas en su naturalismo, las figurillas de Colima son igualmente realistas, sin embargo de un realismo con formas más monumentales y contornos más redondeados. Las más conocidas son las de los perros techichi o tepescuintli, que se modelaban en todas las formas y posturas imaginables. Las estatuillas de Jalisco son las más ingenuas de estilo aunque se explican por su llamativa presencia. El realismo importante de las esculturas de barro de la zona occidental mexicana las ha transformado en los ejemplos más conocidos del arte precolombino. Gracias a haber sido enterradas en sepulturas con cámaras huecas, se ha preservado una cantidad de piezas peculiarmente elevada.