El cine comercial tras la II Guerra Mundial

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Cine posguerra

En la posguerra, la aparición de la televisión supuso un desafío a la industria del cine que aún hoy perdura, cayendo la audiencia de unos 85 millones de espectadores anuales en Estados Unidos durante el conflicto bélico a apenas 45 millones a finales de la década de 1950. La industria contestó ofreciendo más espectáculo, que se concretó en el mayor tamaño de las pantallas.

El formato panorámico

En 1953, la Twentieth Century Fox estrenó su cinta bíblica La túnica sagrada, de Henry Koster, en un método nuevo llamado CinemaScope, que inició la revolución de los formatos panorámicos. En una sucesión rápida, todos los estudios proyectaron sus métodos panorámicos, tales como el Vistavisión, Todd-AO, Panavisión, SuperScope y Technirama. De todos ellos sólo el Todd-AO y el Panavisión sobrevivirían, ya que implicaban el uso de una sola cámara, un solo proyector y cinta estándar de 35 mm, adaptándose más sencillamente a todos los métodos; su éxito modificó por fin la forma de las pantallas de cine. Musicales a todo color, en pantallas anchas y plagados de estrellas, como Ha nacido una estrella (1954), de George Cukor, u Oklahoma (1955), de Fred Zinnemann, superproducciones históricas como Ben-Hur (1959), de William Wyler, y cintas de aventuras como Rebelión a bordo (1962), de Lewis Milestone, o Doctor Zhivago (1965), de David Lean, llenarían las pantallas de cine.

Cine tridimensional

En un breve periodo de tiempo, a comienzos de la década de 1950, una novedad conocida como 3D apareció en el mercado. Consistía en la superposición de dos imágenes diferentes de la misma escena, cada una tomada con un filtro de color diferente y desde un ángulo ligeramente diferente, que, vistas a través de unas gafas en las que cada ojo llevaba un filtro de color semejante a los usados durante el rodaje, reproducía la visión estereoscópica, dando impresión de relieve. Pero lo engorroso de tener que emplear gafas para ver las cintas, la falta de nitidez en la imagen y la nula calidad de las cintas con que se lanzó, dieron al traste con la viabilidad comercial del método. Tras una moda pasajera, con triunfos relativos como el de Los crímenes del museo de cera (1953), de André de Toth, la novedad ya no fue tal y las cintas en 3D se dejaron de hacer, distribuyéndose las que ya se encontraban terminadas en este método como cintas convencionales.

El declive del método de los grandes estudios

A pesar del éxito de los espectaculares formatos panorámicos, la popularidad y la influencia de Hollywood decayó entre las décadas de 1950 y 1960. Los estudios se desprendieron de las salas de exhibición y de otras compañías asociadas y vendieron cintas en un mercado más abierto y más competitivo. El star system, en el que los estudios habían invertido millones de dólares, se acababa. Los intérpretes, libres para actuar con independencia de los grandes estudios, solicitaron sobrecogedores sueldos y un porcentaje de los ingresos de sus cintas. Hacia 1959, la realización americano había decrecido hasta 250 cintas al año, lo que representaba la mitad de la realización desarrollada durante el conflicto bélico. Las cintas europeas y asiáticas (japonesas, especialmente), aunque confinadas a las salas de arte y ensayo, se transformaron en algo corriente para el televidente americano. En 1946, había menos de una docena de salas de arte y ensayo en todo el país, mientras que en 1960 sobrepasaban el millar. Comenzaron a proliferar por todo el mundo los festivales de cine, en los que se mostraba el trabajo de directores cuya obra antes de 1950 era muy poco conocida fuera de sus países de origen.