La catedral de Beauvais se inició en 1225, un año antes de que Luis IX de Francia ascendiese al cetro. A lo largo de su largo reinado, de 1226 a 1270, la arquitectura gótica entró en una nueva fase llamada radiante o rayonnant. El término rayonnant deriva de los elementos radiales, como los de una rueda, que conforman los monumentales rosetones característicos de este estilo. La altura dejó de ser el destacado propósito, y en su lugar se extremó la desmaterialización del muro reduciendo el espesor de la mampostería, extendiendo los ventanales y reemplazando el muro exterior del triforio por vanos de tracería. Los muros de este periodo radiante asumieron el carácter de membranas traslúcidas.
Todas estas características del gótico radiante fueron incorporadas en la primera compañía destacada llevada a cabo durante esta nueva fase, la restauración (comenzada en 1232) de la iglesia abacial de Saint-Denis. De la primitiva estructura sólo se preservaron el deambulatorio y la fachada destacada. Pero, el espíritu rayonnant está mejor representado por la Sainte-Chapelle, la espaciosa capilla Palatina construida para Luis IX entre 1242 y 1248, en la Île-de-la-Cité, en el centro de París. Los inmensos ventanales, que se elevan casi desde el nivel del suelo hasta el arranque de las bóvedas, ocupan la totalidad del espacio entre los haces de columnas, cambiando de este modo la capilla en una robusta armadura pétrea recubierta por superficies acristaladas por donde se filtra la luz a través de vidrieras multicolores.
En la evolución de la arquitectura gótica, el sucesivo incremento de los vanos hizo posible la producción de un ambiente interior sacralizado y simbólico a través de la luz coloreada que pasaba a través de las vidrieras. Los colores preponderantes fueron el azul oscuro y el rojo rubí brillante. En las ventanas de las capillas subsidiarias y de las naves laterales se dispusieron pequeñas vidrieras en forma de medallones, que ilustraban capítulos bíblicos y de la vida de los santos. Su cercanía con en relación al observador posibilitaba la observación de sus detalles. Cada una de las ventanas del claristorio, por otro lado, se encontraba ocupada por monumentales vidrieras con imágenes monumentales, perceptibles desde el suelo. A partir del último tercio del siglo XIII la mística oscuridad se fue disipando, a medida que la técnica de la grisalla —cristal blanco decorado con dibujos en gris— se fue combinando con los paneles de colores, cada vez más vivos y luminosos.