Peste negra
Los cambios climáticos alteraron el ciclo de la productividad agrícola, llevando a la escasez de alimentos. Debilitada por el hambre, la población europea era vulnerable a las epidemias, como el caso de la peste negra. Así, durante el siglo XIV, hubo una devastación humana por esta temida enfermedad.
La peste negra fue responsable por la muerte de un tercio de los habitantes y se transmitió a través de la picadura de pulgas de ratas contaminadas por la bacteria Pasteurella Pestis. Situados en las bodegas de buques, estos roedores fueron viniendo desde el este.
La epidemia se propagó rápidamente desde el norte de Italia, donde comenzó a manifestarse en 1347 y había alcanzado prácticamente toda Europa occidental, interrumpiendo la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. Recorriendo diferentes clases sociales, muchos habitantes fueron víctimas, entre ellos reyes, príncipes, señores, artesanos, siervos y sacerdotes.
Las ciudades medievales favorecieron el brote de la enfermedad, porque sin las mínimas condiciones higiénicas adecuadas, los ratones pudieron extenderse fácilmente. La persona que tuvo contacto con la enfermedad, en unos pocos días, moriría debido a la falta de conocimientos médicos en el momento. Los síntomas más comunes fueron fiebre, vómitos, malestar general, burbujas de sangre y pus en el cuerpo, principalmente en las axilas, el cuello y la ingle.
Debido a la falta de orientación y conocimiento de la enfermedad, muchas personas atribuían la enfermedad a trastornos conductuales, enfermedades ambientales o castigos religiosos, complicando severamente la situación. La fuga para el medio rural por medio al contagio era muy común. El preconcepto llegaba a niveles tan extremos que los contaminados eran, a menudo, abandonados en bosques o lugares apartados por miembros de su propia familia.
La iglesia estaba contra cualquier tipo de desarrollo farmacológico y científico. Las personas que trataron de desarrollar medicamentos que erradicasen la enfermedad fueron acusadas de brujería, siendo perseguidos y condenados a muerte.
La peste negra se extendió seriamente por toda Europa, llevándose tantas víctimas que ya no existían espacios en cementerios, ni ataúdes donde enterrar a los muertos. Los menos afortunados, especialmente los campesinos, fueron envueltos en tela y enterrados en fosas comunes.
A finales del siglo XIV, la adopción de medidas higiénicas en las ciudades medievales había llevado a una moderación y control de la enfermedad y, con el paso de los siglos, esta enfermedad pudo ser identificada y estudiada.
Revueltas campesinas
Después del brote y las muertes causadas por la peste negra, hubo una disminución considerable de la población europea. Notando que la baja productividad en los feudos era debido a la falta de personas para trabajar, muchos señores feudales decidieron aumentar los impuestos, tasas y obligaciones de trabajo de los que sobrevivieron. Para compensar el trabajo de aquellos que murieron, muchos tuvieron que trabajar en mayor cantidad y bajo pésimas condiciones en los feudos.
Como consecuencia de los hechos, algunos disturbios estallaron en varias regiones de Inglaterra y Francia. Los campesinos lucharon contra el aumento de las existencias de los señores feudales; allanaron castillos y a veces mataron a sus explotadores. Sin embargo, los nobles sofocaron con violencia muchos de los movimientos; ya en otros casos, los insurgentes lograron éxito disminuyendo la opresión y trayendo cambios a sus formas de vida.
Una de las rebeliones más conocidas se produjo en Francia, entre el 28 de mayo y 24 de junio de 1831. Las famosas jacqueries (nombre derivado de la designación peyorativa de Jacques Bonhomme, referencia a cómo los nobles llamaban a los campesinos – expresaron este movimiento extendido. Además de esas revueltas mencionadas, otras sucedieron bajo el comando de líderes rebeldes como John Ball, Wat Tyler y Jack Straw.
