Durante la evolución del ser humano, las comunidades han contado con especialistas en información (desde los curanderos convencionales hasta los gestores de editoriales de prensa) y tecnologías de la información (desde las pinturas rupestres hasta la contabilidad); no obstante, hay dos tendencias relacionadas, una social y otra tecnológica, que apoyan el diagnóstico de que en la actualidad se está produciendo una revolución de la información.
Cambios sociales y tecnológicos
En primer lugar, están los cambios de tipo social y de organización. El procesamiento de información se ha vuelto cada vez más visible y relevante en la vida financiera, social y política. Una prueba es el crecimiento estadístico de las ocupaciones especializadas en actividades de la información. Estas ocupaciones suponen hoy la mayor cuota de empleo en muchas ciudades industrializadas. La categoría más espaciosa es la de los procesadores de información —fundamentalmente administrativos—, seguida por la de productores de información, distribuidores y funcionarios de infraestructura.
En segundo lugar, está el cambio tecnológico. Las nuevas tecnologías de la información (IT) inspiradas en la microelectrónica, junto con otras innovaciones, como los discos ópticos o la fibra óptica, permiten significativos incrementos de potencia y reducciones de coste en toda clase de actividades de procesado de información (el término ‘procesado de información’ cubre la descendencia, almacenamiento, transmisión, manipulación y visualización de información, que incluye datos numéricos, de texto, de sonido o de vídeo). Los aspectos de procesado de información de todos los trabajos pueden modificarse a través de las IT, por lo que la revolución no se limita a las ocupaciones relacionadas con la información; por ejemplo, la maquinaria industrial modifica la naturaleza del oficio en las fábricas.
La informática y las telecomunicaciones (y además los campos como la radiotelevisión o la publicación) eran en el pasado sectores bastante distinguidos, que implicaban tecnologías diferentes. En nuestros días, estos sectores han convergido alrededor de algunas actividades clave, como el uso de Internet. Los actuales dispositivos informáticos y de telecomunicaciones manejan datos en forma digital empleando las mismas técnicas básicas. Estos datos pueden ser compartidos por muchos dispositivos y medios, procesarse en todos ellos y emplearse en una amplia variedad de actividades de procesado de información.
El ritmo de integración de nuevas IT ha sido muy rápido, mucho más que el de otras tecnologías revolucionarias del pasado, como la máquina de vapor o el motor eléctrico. A los 25 años de su invención, el microprocesador se había transformado en algo corriente en casi todos los enclaves de oficio y en muchos hogares: no solo está presente en los computadores, sino en una inmensa diversidad de dispositivos, desde teléfonos o televisores hasta lavadoras o juguetes infantiles.
El rumbo de la revolución de la información
Algunos analistas consideran que el resultado de la revolución de la información será tan insondable como el cambio de la comunidad agrícola a la industrial. Otros consideran que la conversión es básicamente un cambio de una forma de comunidad industrial a otra, semejante al sucedido en previas revoluciones tecnológicas.
Una cuestión fundamental es la velocidad a la que se adaptarán las fundaciones sociales para emplear las nuevas formas de hacer actividades que son posibles gracias a las nuevas IT. A pesar de que algunos empleos y algunos aspectos de la vida de las personas parecen haber cambiado muy deprisa, muchos otros dan la impresión de haberse visto parcialmente poco perjudicados. Los historiadores recalcan que puede pasar mucho tiempo hasta que se generalice lo que más tarde parece ser la forma obvia de emplear una nueva tecnología.
La tecnología que suele obtener aceptación es la que encaja más sencillamente con las formas convencionales de hacer las cosas. Por ejemplo, el fax, que podía admitir archivos manuscritos o mecanografiados, y cuyo uso se delegaba a menudo a una secretaria, tuvo un gran éxito en la década de 1980. A comienzos de esa década se había predicho que el fax desaparecería pronto y sería reemplazado por el correo electrónico, sin embargo eso demostró ser un cambio organizativo demasiado grande.
Tendencias en el empleo
La tendencia a adaptar una nueva tecnología a las estructuras establecidas, en lugar de comenzar desde cero, se ha documentado en numerosas ocasiones. Es una de las razones por las que no se produjeron las inmensas pérdidas de empleos administrativos que se predecían a finales de la década de 1970 y comienzo de la siguiente, en el momento en que se comenzaron a emplear los procesadores de textos a gran escala. Sin embargo, eso no es una razón para suponer que las estructuras actuales persistirán inmutables. El interés industrial en nuevas formas de organización (tales como nuevas estructuras de gestión, coordinación de actividades a larga distancia mediante telecomunicaciones, teletrabajo y otras formas de oficio a distancia) indica la posibilidad de proponerse cambios a corto plazo.
La llamada ‘empresa hueca’ es uno de los esfuerzos para conseguir flexibilidad. La compañía pretende descartar de la propiedad y manejo directos de muchas instalaciones que convencionalmente habrían sido suyas, y subemplea a otras compañías la realización, distribución y otras labores. Por ejemplo, numerosas compañías de computadores compran muchos de sus componentes —a veces la mayoría— a suministradores especializados, y algunas compañías hacen poco más que diseñar el computador, que es montado por otras compañías.
Una idea relacionada es la eliminación de niveles, o aplanamiento, por la que la compañía pretende eliminar las numerosas capas de dirección intermedia y administración que convencionalmente procesaban información entre los altos jefes y los trabajadores. Los nuevos sistemas de información se usan para entrar una comunicación rápida con un número reducido de niveles organizativos.
A finales de la década de 1990 se puso de manifiesto la integración de las IT de oficina: cada vez se intercambiaba más material por correo electrónico (que por fin se fijó firmemente); muchos profesionales empleaban computadoras personales directamente (a menudo en casa o durante los viajes, además de en la oficina), y cada vez más computadores personales estaban conectados a una red para facilitar la comunicación a distancia. Sigue siendo objeto de debate si esto conducirá a una pérdida de empleos administrativos. Algunos analistas consideran que la destrucción de empleos en sectores inspirados en oficinas —como los servicios financieros, que emplean las IT de manera intensiva— son un indicio de lo que está por suceder. Otros justifican que los conflictos de desempleo de las comunidades industriales están más asociados con los cambios políticos y financieros que con el uso de nuevas tecnologías. De hecho están surgiendo nuevos servicios asociados con la información, lo que permite crear nuevos empleos. A pesar de que es posible que desaparezcan algunos empleos administrativos, otros puestos menos convencionales han aumentado para incluir funciones adicionales gracias a las nuevas IT.
Ha habido un debate parecido en torno a la calidad de la vida laboral. La revolución de la información, ¿ha aumentado o mermado la cualificación de los jornaleros? ¿Ha mejorado las circunstancias de oficio o las ha degradado? Los datos de que se prepara hasta el momento indican un ámbito de claroscuros. Desde luego, hay algunas áreas en las que han empeorado las circunstancias y se ha perdido cualificación, y han surgido numerosos empleos poco cualificados, por ejemplo en la realización y distribución de comidas rápidas. Sin embargo, se conserva una tendencia a incrementar de nivel ciertos empleos, y hay una gran demanda de nuevas aptitudes técnicas y de compaginaciones de estas aptitudes. No ha habido una reducción masiva en la cualificación.
Sí se ha producido, sin embargo, una polarización de la energía laboral en cuanto a cualificación del oficio y niveles salariales; al mismo tiempo se ha ido abriendo una brecha entre los que tienen empleo y los parados. Independientemente de que esto se deba a la revolución de la información o a circunstancias financieras y políticas, es evidente la amenaza de una fractura social cada vez mayor entre los ‘ricos en información’ y los ‘indigentes en información’. Los primeros, a diferencia de los segundos, disponen de conocimientos técnicos para procesar información, de acceso a tecnologías avanzadas en su oficio, y de dinero para invertir en IT en sus hogares.
La tecnología de la información y el consumidor
A un ritmo progresivo, las IT están penetrando en los hogares. La difusión de las innovaciones en el sector de consumo puede ser trascendente. La difusión del automóvil hizo posibles nuevas formas de vida, con un incremento de las casas en la periferia urbana y de los centros comerciales en las afueras, así como una reducción en los servicios de trenes y autobuses. La expansión de las IT de consumo está asociada con cambios en la forma de trabajo (por ejemplo, el teletrabajo), de jugar (nuevos sistemáticas de juegos domésticos), de hacer las compras (comercio electrónico) y de aprender (artículos multimedia de diferentes tipos).
Las IT además se pueden emplear para manejar funciones corporales (termómetros, pulsímetros o tensiómetros digitales) y para suministrar un seguimiento y asesoramiento sanitario y de estilo de vida (recomendación de niveles de ejercicio, revisiones médicas o dietas). Hace tiempo que se conservan teléfonos de consulta que ofrecen asistencia y servicios médicos; estos y otros servicios se ofrecen ya en Internet, a veces en formas rudimentarias.
Problemas de la revolución de la información
La introducción masiva de los automóviles privados supuso un fuerte desafío para el transporte público, y otros servicios públicos, como la educación o la sanidad, podrían sufrir desafíos semejantes con la revolución de la información. La desasosiego cada vez mayor por lo se modificante de las relaciones entre la actividad pública y la privada, se evidencia en amplios debates sobre conflictos potenciales, tales como:
- Amenazas a la intimidad (acceso no permitido a datos personales, incremento de la vigilancia de espacios públicos por cámaras de seguridad…).
- El llamado ‘aislacionismo’ (una reducción en las actividades compartidas, al dedicarse los individuos a sus propios intereses de manera aislada).
- El ámbito de cooperación (¿hasta qué punto pueden las personas sentenciar sobre usos de las IT que les afectan?, ¿promueven los nuevos medios de comunicación el surgimiento de nuevos movimientos sociales y de nuevas formas de conjuntos de intereses, conjuntos de presión y de movilización?).
- Cuestiones sobre la propiedad del conocimiento (¿quién tiene derecho a reembolsar por qué tipos de información?, ¿deben amplios sectores de los medios de comunicación estar controlados por unas pocas compañías?, ¿cuál es el alcance de la libertad de información que debe practicar el Estado?).
Todo esto se suma a los conflictos de desigualdad de información mencionados anteriormente. La revolución de la información implica, especialmente, un cambio en el papel que desempeña en nuestra comunidad el procesado de la información. No es fascinante que se estén proponiendo cuestiones fundamentales sobre el acceso a información de tipo íntimo o valioso, y sobre el uso que se hace de la misma.
El resultado de la revolución de la información dependerá de las acciones y decisiones sociales, no solo de los progresos tecnológicos. Igual que las comunidades industrializadas adoptan variadas formas en todo el mundo, y se conservan muchas formas de vida dentro de las mismas, es probable que en el futuro haya una amplia variedad de comunidades de la información. Sin embargo, como las nuevas IT permiten una comunicación más internacional, y hay cada vez más compañías que actúan en el mercado planetario, hay unas energías muy potentes para que los elementos de diferentes culturas del mundo se compartan en una escala sin precedentes.