Los masones tienen un universo simbólico unido al proceso de conocimiento del ser. Con el tiempo, los masones se caracterizan por el uso de símbolos capaces de establecer una reafirmación de algunos principios que fortalecen los valores de sus practicantes. Para muchos, este simbolismo debe ser la clave fundamental para un misterioso conjunto de mensajes que cubriría una faceta oscura de esta sociedad. Sin embargo, esa postura de desconfianza y conspiración queda bastante distante del lugar que los símbolos ocupan en el universo masón.
Una parte significativa de los símbolos masónicos se calcula por los instrumentos empleados en la construcción civil. El sentido mayor de la construcción refuerza junto al masón la necesidad constante de perfeccionamiento moral, intelectual y espiritual. No por coincidencia, el proceso evolutivo del masón está dividido en varios grados asociados a un conjunto específico de símbolos. De esa manera, cada símbolo presente en cada grado tiene un significado especial.
Al contrario de lo que se supone, los símbolos no tienen una función ritual o comportan algún tipo de habilidad mágica. De hecho, una persona no podrá tener oportunidad de ver a un masón prestando homenajes o inclinándose ante símbolos. Los símbolos poseen la función de un texto que fue construido por el propio participante de la masonería. Con eso, el universo simbólico masón emite un mensaje que entrelaza con el proceso de reflexión y aprendizaje particular de cada seguidor.
Uno de los símbolos más importantes de la masonería es el triángulo que porta un ojo en su centro. Este símbolo hace referencia al Gran Arquitecto del Universo, aquel ser de naturaleza omnisciente que todo lo ve y todo lo juzga. Oriundo de la antigua arte egipcia, ese símbolo tiene una fuerte conexión al poderoso principio creativo que organiza el Universo. Así, es equivocado pensar que la masonería se alía a una perspectiva deísta del mundo, pues ateos y agnósticos se pueden integrar a la hermandad de los masones.
Otro símbolo importante de la masonería es la asociación entre la escuadra y el compás, imagen surgida en el siglo XVIII. La escuadra puede hacer referencia al cuadrado, al número cuatro o a la propia tierra. Ya, el compás, alude a la inmensidad de los cielos, al principio de unidad y al círculo. Unidos, escuadra y compás, emplean la función de destacar la importancia de la asociación indispensable y fundamental entre el mundo espiritual y el mundo material.
La paleta establece la representación de un importante principio para los masónicos. En la construcción, esa herramienta desempeña el discreto pero significativo papel de aplicar el mortero que promueve la unión entre las piedras. Lanzado al campo moral, esa herramienta pone de relieve la necesidad de amor y tolerancia entre aquellos que están unidos a través de los fundamentos de la masonería. En la medida en que pierden su forma de piedra bruta –otro de los símbolos masónicos– los fieles buscan la perfección entre sus huéspedes.
De hecho, hay muchos otros símbolos que se utilizan entre los albañiles. A lo largo de los conocimientos y la experiencia en la masonería, estos símbolos sirven para extrapolar la dimensión fija de un significado de naturaleza invariable. Siendo el conocimiento del mundo y el autoconocimiento procesos de naturaleza dinámica, los símbolos masónicos coherentemente asumen ese mismo comportamiento.