Durante cerca de siete siglos, entre los años 280 a.C. al 416 d.C., la biblioteca de Alejandría reunió la mayor colección de la ciencia y la cultura que existió en la antigüedad. Ella no se contenta con ser sólo un depósito enorme de rollos de papiro y libros, sino que se volvió una fuente de instigación a que los hombres de ciencia y letras se abriesen al mundo del conocimiento y de las emociones, dejando un notable legado para el desarrollo general de la humanidad.
Fundando una biblioteca
Fascinado por la lectura, la joven princesa Cleopatra visitó casi a diario la gran biblioteca de Alejandría. Aun cuando César ocupó la mayor parte de la ciudad, en el año 48 a.C., ella, su amante y protegida, hizo acompañarla en busca de nuevas narrativas. El conquistador romano, también un hombre de letras, un historiador, quedó impresionado con su ingenio cultural. Fue así que la Biblioteca se volvería la mayor referencia científica y cultural del Mundo Antiguo a través de su ilustre antepasado y fundador de la dinastía, el rey de Egipto Ptolomeo I Sóter (305-283 a.C.).
Todo parece indicar que el levantamiento de aquel magnífico edificio en el barrio de Brucheion se debió a la insistencia de Demetrio de Falerio, un talentoso filósofo exiliado que persuadió a Ptolomeo para que él convirtiese Alejandría una rival cultural de Atenas.
Cambio en Egipto
Quién realmente tomó la tarea hacia adelante fue su sucesor, Ptolomeo II Filadelfo, «el que ama a su hermana», que, además de haber construido el famoso faro de la isla de Faro y abierto un canal que unía el Nilo hasta el Delta, pronto se dio cuenta de las implicaciones políticas de hacer del Museo y la Biblioteca un enclave de gran alcance de la cultura griega en esa parte del mundo. Por tanto, fue la nueva dinastía de origen griego de los Lágidas Dinastía Ptolemaica la responsable de su transformación.
El corazón de la humanidad
Para cualquier intelectual griego, el hecho de ser invitado para el puesto de jefe de la biblioteca de Alejandría era alcanzar el Olimpo. Rodeado de miles de manuscritos, casi toda la sabiduría antigua producida en las matemáticas, la astronomía, la medicina y la mecánica, el privilegiado de honor se sentía como un Zeus todopoderoso controlando las letras, los números y las artes.
El jefe de la biblioteca vivía rodeado de papiros organizados y distribuidos por autores como Platón, Aristóteles, Zenón, Euclides, Homero, Demóstenes, Isócrates, Jenofonte, Píndaro, Tucídides, entre otros muchos.
Sin embargo, los deberes del bibliotecario jefe trascendían las funciones habituales. Además de sus obligaciones en la Biblioteca, también eran filólogos y humanistas a cargo de la reorganización de las obras de autores antiguos así como la depuración de los versos falsos.
Los bibliotecarios jefes principales fueron:
- Demetrio de Falero (284 a.C.)
- Zanodoto de Éfeso (284-260 a.C.)
- Calímaco (260-240 a.C.)
- Apolonio de Rodas (240-235 a.C.)
- Eratóstenes (235-195 a.C.)
- Apolonio (180-160 a.C.)
- Aristarco (160-145 a.C.)
El acervo cultural
En sus primeros tres siglos de la fundación de la biblioteca a la llegada de César llegaron a acomodar más de 700.000 textos en volúmenes diversos, pero que, infelizmente, parte de ellos se perdió en un incendio accidental. El hecho sucedía cuando una cargar de papiros se disponía a ser embarcada para Roma. Sea como fuera, la Biblioteca logró resarcir sus pérdidas con una donación en el año 41 a.C. de otros 200.000 pergaminos extraídos de la Biblioteca de Pérgamo, rival de Alejandría.
Las contribuciones universales del complejo cultural arraigado en Alejandría, una verdadera fábrica de sabiduría, eran impresionantes. Mientras Aristarco esbozó la primera teoría heliocéntrica (influyente en Copérnico), Claudio Ptolomeo fundaría la moderna astronomía científica. Incluso, Hipatia, filósofa muerta en el 415, trabajó allí hasta que los fanáticos cristianos impidieron a ella continuar sus investigaciones.
