Aunque, desde mucho tiempo, científicos y filósofos naturales buscan explicaciones para justificar la biodiversidad y, al mismo tiempo, la similitud entre las especies, en menor o mayor grado, fue recién en el siglo XIX que surgió una explicación favorable a este hecho. El sentido común, permeó la idea de que todas las especies del planeta habían sido creadas por algún dios, sin presentar ningún cambio a lo largo de la edad – principio este denominado fixismo (o fijismo), dominante hasta la aparición del evolucionismo.
Sin embargo, Lamarck en 1809, sugiere que los seres vivos pasaron a través de modificaciones, según el entorno, para adaptarse: la ley del uso y desuso. Bajo esta óptica, por ejemplo, si un grupo de jirafas pasase, en un momento determinado, a comer hojas de las copas más altas, sus pescuezos tenderán a crecer. Ese mismo principio podría ser aplicado para justificar la ausencia de cola en humanos.
Lamarck postula otra ley: la de la transmisión de los caracteres adquiridos, que explicó que tales modificaciones pasarían de padre a hijo, y por lo tanto con el tiempo, surgirían nuevas especies.
A pesar de que sus ideas fueron bastante respetadas por proponer nuevos conceptos y cuestionar los modelos clásicos, Lamarck creía que las especies más simples surgieron por generación espontánea (abiogénesis). Además, algún tiempo después, observó que la ley del uso y desuso no se aplica a todos los casos, y que no todos los cambios corporales fueron transmitidos a las nuevas generaciones.
Al viajar alrededor del mundo a bordo de un barco, durante cinco años, Charles Darwin fue a darse cuenta de que los seres vivos fueron adaptados al medio ambiente en donde vivían; y que esta situación podría estar relacionada con la aparición de nuevas especies, con el tiempo, de las restricciones ambientales, donde sólo los más adaptados a él podrían sobrevivir, reproducirse y generar descendencia con dichas modificaciones – en síntesis, esa idea fue llamada como selección natural. Darwin decidió ser silencioso y permaneció así durante mucho tiempo.
Como Darwin llegó a ser conocido por el viaje que hizo, Alfred Wallace decidió enviar algunos de sus descubrimientos recientes al naturalista inglés. Es entonces cuando se percibe que ambos habían llegado a las mismas conclusiones – aunque Darwin fue quien proporcionase más explicaciones y pruebas materiales consistentes. Así, en 1958, ambos presentaron sus ideas durante un evento científico celebrado en Londres.
En la actualidad, se estudia la evolución sobre la base de los principios de Darwin y Wallace, pero teniendo en cuenta los aspectos de la genética. Esta es la teoría sintética (o moderna) de la evolución. Aparte de la selección natural, esta teoría considera que la migración y la deriva genética (cambios en la frecuencia de los genes de una población que ocurren al azar) son factores que actúan sobre la variabilidad genética; y la mutación y permutación (reproducción sexual) como factores que favorecen su aumento.
Es importante comprender los pilares básicos de las teorías evolucionistas porque, además de diversos otros motivos, la biología tiende a ser explorada sobre esa óptica.
