Bram Stoker nació en 1897 y fue el creador de la obra maestra denominada “El Príncipe Drácula” obteniendo el perfil de un Príncipe real, desprovisto de los magníficos poderes del Nosferatu, aunque fue igual de letal en sus campañas.
Vlad III nació en Transilvania en el año 1431; hijo del famoso Vlad “El Diablo” – debido a su crueldad – y que obtuvo su apodo “Draculea” por su bravura y su valor.
El apodo de “Draculea” viene del rumano, terminación cuyo significado es “hijo de”, traduciendo su apodo en “El hijo del Diablo”. Vlad dispone de muchas leyendas que se han ido pasando siglo tras siglo y que finalmente le proporcionaron su apodo final, la de “Vlad el Empalador”, imagen que finalmente cogió Bram Stoker para su novela.
La leyenda narra que Vlad tras el intento de invasión de Turquía a su territorio solicitó la ayuda de los reinos más cercanos al suyo para repeler la agresión por parte de los turcos, enviando cerca de 20.000 narices extraídas de las cabezas cortadas de los caídos en batalla y que junto con el factor psicológico enveneno pozos de agua, quemo campos y finalmente empalo a más de 20.000 hombres para causar pavor ante sus enemigos.
Todo ello vino originado al solicitar los embajadores de Turquía un tributo para su rey, debido a la negación de quitarse el turbante ante la solicitud de Vlad, quien al ver su negativa decidió no pagar el tributo y como castigo clavarles los turbantes a la cabeza para que no tuvieran que volvérselos a quitar.
Tales fueron sus crueldades – igualadas también por su sentido de la justicia – que su mujer intento engañarle con un embarazo ficticio, descubriendo Vlad la mentira y abriéndole en canal para sacar sus entrañas y comprobarlo personalmente. Vlad a día de hoy es el héroe nacional de Rumania y aunque cuentan historias de origen oscuro, también realizo grandes hazañas.