Mapas atmosféricos de superficie conservados en Francia muestran cómo científicos europeos crearon la meteorología moderna en la segunda mitad del siglo XIX.
Nuestras formas de tiempo, guiadas por los modernos criterios técnicos y científicos, nacieron de una tragedia. El 14 de noviembre de 1854, una violenta tormenta hundió 41 buques de la flota francesa en la región de Crimea, en la actual Ucrania. Los vientos que causaron la tragedia recorrieron Europa en tres días, tiempo suficiente para transmitir la información por telégrafo a través del continente, pero en ese momento aún no había una red de informaciones destinada ese uso.
El desastre llevó a Francia a organizar un servicio meteorológico nacional y el responsable de su puesta en práctica fue el famoso astrónomo Urbain Le Verrier (1811-1877), que había descubierto el planeta Neptuno por medio cálculos en 1846 y desde 1854 dirigía el Observatorio París. Organizó una red de observadores que llegaron a controlar los fenómenos atmosféricos de 24 estaciones distribuidas en casi todo el territorio francés (13 de ellos conectados por telégrafo). Por otra parte, Le Verrier recibió mediciones de muchos países europeos. En 1865, esta red ya contaba con 59 observatorios en todo el continente.
Con base en esta información, el astrónomo comenzó a dibujar mapas de la superficie atmosférica diaria que exhibían de modo claro las mediciones que los observadores hacían en campo y transmitían para París. Los más antiguos documentos del género datan de 1857 y fueron conservados en los archivos del Servicio Nacional de Meteorología de Francia, rebautizado como Météo-France en 1993.
Primeros mapas atmosféricos
Estos no fueron los primeros mapas de la historia atmosférica. En 1788 el geógrafo francés Jean-Nicolas Buache ya había preparado algunos mapas de tormentas eléctricas aisladas. La diferencia es que los de Verrier eran sistemáticos y diarios. El compilador de mediciones anotaba con tinta negra el sentido de los vientos (con un guión y flechas), su fuerza (el número señalaba la intensidad) y la presión atmosférica. Esos mapas tenían 14 puntos de medición y recibían datos llegados de España, Portugal, Italia, Alemania, Holanda y el Imperio ruso.
Estos primeros ejemplos, sin embargo, no incluían las líneas isóbaras, que unen los puntos de igual presión atmosférica en un mapa. Esas líneas, que fueron incorporadas a los diagramas a partir de 1860, ilustran la gran ley de la meteorología moderna: el viento se desplaza siempre en el sentido de las líneas isóbaras –cuanto más juntas ellas están, mayor es la fuerza del viento. Ese descubrimiento, publicado en 1857, por el meteorólogo holandés Christoph Buys-Ballot (1817-1890), fue crucial, pero incompleto, pues restaba establecer la conexión un último parámetro, el de altitud. El francés Léon Teisserenc de Bort (1855-1913) y otros científicos rellenaron ese vacío, creando la meteorología moderna, que pasó a no únicamente observar, sino también prever los fenómenos meteorológicos.
Esta era la ciencia que dio origen a estos mapas pioneros, producidos entre 1857 y 1870, ancestrales de los informes actuales del tiempo dados a conocer por Internet.