Vulcano, según la mitología romana, era el dios del fuego, hijo de Júpiter y Juno, reyes de los dioses. Vulcano era el dios más feo de todos, y cuando nació, fue arrojado al mar por su madre debido a su falta de belleza física y la imperfección, pues era cojo. Vulcano es relacionado a Hefesto en la mitología griega.
Dios del fuego, sobre todo en aspectos destructivos como los incendios o volcanes, Vulcano también fue venerado como dios de la forja en los centros de metalurgia.
Su culto, muy antiguo, era de origen etrusco y se extendió a las regiones volcánicas como Sicilia y parte de Campania, al sur de Italia. En Ostia, el culto adquirió particular importancia.
Los epítetos de Vulcano, Quietus e Mulciber (mitigante del fuego), sugieren que era invocado para ayudar a detener los incendios. El culto al dios tenía lugar en templos apartados de las ciudades.
Su festividad principal en la Antigua Roma, la Vulcanalia, se celebraba el 23 de agosto y estuvo marcada por un rito de significado desconocido. Los jefes de las familias romanas lanzaban peces vivos al fuego, tal vez como ofrenda de criaturas normalmente fuera del alcance del dios.
Cuando Vulcano fue lanzado a los mares, Tetis y Eurinome, hijas de Oceanus, lo ayudaron. La figura del dios era la de un herrero que creaba rayos, incluso los mismos rayos que Júpiter utilizaba. Vulcano estaba casado con Venus, la diosa del amor y de la belleza, aunque fue traicionado por la mujer con Marte, el dios de la guerra. Cierta ocasión Vulcano armó una trampa para atrapar a los dos amantes en el acto, aunque Júpiter nada hizo, pues perdonó a Venus.