La Tierra no permanece estática, realizando, por tanto, diversos movimientos, especialmente la rotación (desplazamiento de la Tierra alrededor de su eje) y la translación (el movimiento que lleva a la Tierra alrededor del Sol). Esta característica es responsable de algunos fenómenos, como, por ejemplo, el solsticio.
La inclinación de aproximadamente 23 ° 27′ del eje de rotación de la Tierra con respecto al eje de la traducción proporciona una distribución desigual de la luz del Sol entre los hemisferios norte y sur. Así, en un momento determinado del año, la luz del Sol cae con mayor intensidad en un hemisferio. Esta diferencia en la radiación solar es más evidente cuando se producen los solsticios.
Solsticio (en latín: sol + sistere, que no se mueve) es el momento en que el Sol alcanza una mayor disminución de la latitud sobre la línea del Ecuador, un hecho que hace que la mayor intensidad de la radiación solar en un hemisferio, con el solsticio de verano (días más largo que la noche). En este punto, el otro hemisferio se encuentra en el solsticio de invierno (cuando la noche es más larga que el día).
Por lo general, entre 21 y 22 de diciembre los rayos del Sol inciden verticalmente en el Trópico de Capricornio, lo que provocó el solsticio de verano en el hemisferio sur y el solsticio de invierno en el hemisferio norte. Entre los días 21 y 22 de junio, los rayos se centran verticalmente sobre el Trópico de Cáncer, la promoción del solsticio de verano en el Hemisferio Norte y el solsticio de invierno en el Hemisferio Sur.