El realismo se produce en medio del fracaso de la Revolución Francesa y sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad. La sociedad estaba dividida entre la clase obrera y la burguesía. Poco después, en 1848, Karl Marx y Friedrich Engels publicaron Manifiesto Comunista haciendo una apología de la clase obrera y su destino al poder.
Frente a una realidad en que la sociedad había vivido estancada, llega el progreso tecnológico adherido a la industrialización en Europa. La promoción de la energía eléctrica, las nuevas máquinas que hacen la vida más fácil como el coche, se convierten en parte de la vida cotidiana.
Las filosofías imperantes entonces fueron el positivismo, el determinismo, el evolucionismo y el marxismo. Con todo, el pensamiento filosófico fue determinante para el surgimiento del realismo y del positivismo que mira la realidad a través de observaciones y conclusiones racionales.
Así, el realismo literario viene con temas que guían los principios del positivismo. Son característicos de este período: la reproducción de la realidad, la objetividad en su compromiso con la verdad, los individuos sobre la base de caracteres comunes -sin la idealización de la figura humana-, las condiciones sociales y culturales de los personajes y el derecho de causalidad -toda acción tiene una reacción-.
La forma literaria sorprende por un lenguaje fácil de entender, contemporáneo -al reflejar temas de actualidad- y la preocupación por mostrar personajes en los aspectos reales, incluso de la miseria -sin idealización de la realidad-.
La literatura realista destaca en Francia con la figura de Gustave Flaubert (Madame Bovary) y en España con autores como Benito Pérez Galdós (Los Episodios Nacionales).