En la Edad Media vemos el desarrollo de una serie de hechos y experiencias históricas que han hecho de la Iglesia una de las instituciones más poderosas de la época. La difusión de los principios cristianos en Europa y otras partes del mundo, hizo que los líderes de esta denominación religiosa interfiriese en los hábitos, costumbres, concepciones y modos de acción en un gran número de personas de ese momento.
A pesar de la visibilidad de este proceso, no podemos llegar a la conclusión simplista de que el clero tuviera la capacidad de controlar las acciones que ellos desearan. La iglesia influyó en la sociedad de su tiempo, pero también hubo situaciones en las que esta religión poderosa también tenía un diálogo con las situaciones y dilemas generados por sus propios seguidores. Para entender este punto, tomamos el tema de la vida después de la muerte como un ejemplo interesante.
Hasta el siglo XII, los cristianos estaban destinados a la gloria y la comodidad de los cielos o el tormento eterno mantenido en las profundidades del infierno. La proposición de los diferentes destinos, había inducido a muchos creyentes a buscar una vida predominantemente centrada en la seguridad de la salvación. Pero, como sabemos, desde ese momento, llegaron los pecados de muchos cristianos y, por tanto, colgaba un enorme interrogante sobre cuál sería el destino de alguien que vivía en una franja gris, no siendo ni bueno ni malo.
Durante este período, vale la pena señalar que el orden social legitimado por la Iglesia comenzaba a escapar de su control. El mundo medieval dividido anteriormente entre el clero, la nobleza y los siervos, comenzaba a dar paso a una serie de personas que no se ajustaban a la armonía del modelo feudalista. Con el desarrollo urbanístico, muchos fieles y clérigos perdieron el sentido de saber si alguien tuvo una vida suficientemente loable bajo la contemplación de Dios.
De hecho, esta discusión era muy viejo y ha estado presente desde los escritos de San Agustín en el siglo IV. Según el teólogo medieval, una persona que vivió una vida más inclinada al pecado sería destinado al Infierno, pero esta situación podría cambiar a través de las oraciones de los vivos en su memoria. Ya aquellos que no fueron completamente buenos pasarían por una etapa de purificación que podría conducirlos hasta los cielos.
Hasta entonces, el purgatorio se entiende como un proceso de salvación espiritual que huía de lo que se convino en general por la Iglesia. Según la revisión de algunos historiadores, la idea de que el purgatorio era un lugar aparte sólo tomó forma entre los siglos XII y XIII. Sin embargo, es un error creer que este tercer destino en el estado post-mortem sea una propuesta desarrollada originalmente por el cristianismo occidental.
Los judíos aseguraban que aquellos que no eran ni buenos o malos serían llevados a un lugar donde la persona sufrían los castigos temporales, hasta que fueran capaces de vivir en el Edén. Entre los indios, los intermediarios podrían vivir una serie de reencarnaciones que los llevarían al cielo o al infierno. Sin duda, podemos vislumbrar que la propia condición del hombre en su tiempo y su experiencia a lo largo de la historia han influido en la visión del mundo de variadas creencias.