Según varios historiadores, el final del siglo XIX se considera el período en el cual las grandes potencias europeas se prepararon para una lucha inminente. Eso es porque una desenfrenada carrera armamentista marcaría la renovación de la fuerza militar de diversas naciones europeas. En ciertos casos, las armas que han surgido durante este período tenían gran importancia para que los países imperialistas pudieran asegurar el control de sus territorios en África y Asia donde ejercían sus actividades de explotación humana y de materias primas.
Sin embargo, el control sobre las regiones conquistadas ya no era lo suficientemente capaz de frenar la competencia de otros territorios. Esta cuestión afectó principalmente a Italia y Alemania, que unificó su territorio tardíamente y buscaba ampliar sus zonas de acción imperialista en regiones donde otras naciones europeas ya habían ejercido su dominio. Con eso, el clima de controversia política y territorial promovió la formación de varias alianzas políticas encaminadas a proteger los intereses de cada nación imperialista.
En el año 1873, el estadista alemán Otto von Bismarck intentó establecer un acuerdo para la formación de la Liga de los Tres Emperadores. Este acuerdo se pretende alinear a los intereses entre Alemania, Rusia y el Imperio Austro-Húngaro. Sin embargo, el desacuerdo de Rusia frente a la dominación austríaca en la región de los Balcanes inviabilizó la consolidación de la liga, deshecha en 1878. Tiempo más tarde, Alemania pretendía formar otro pacto con la creación de la Tripe Alianza.
Así, en el año 1882, Alemania, Imperio Austro-Húngaro e Italia forman este nuevo frente de cooperación política y militar. La alianza entre austriacos y alemanes se daba por cuenta de la proximidad de sus intereses económicos. De otro lado, Italia buscaba medios para impulsar su mercado en la esperanza de conquistar nuevos territorios a partir de su entrada en la Triple Alianza. Más adelante, la movilización de esos países preocupó a las demás naciones europeas.
Inglaterra, una fuerza tradicional del capitalismo industrial, observó con preocupación el crecimiento del parque industrial alemán dinámico y avanzado. Mientras que los alemanes eran los principales competidores comerciales, también estaban preocupados por Inglaterra con su interés en la formación de una flota naval opulenta. De esta manera, Alemania también dio señales de que su proyecto de expansión podría ser apoyado por un refuerzo militar temible.
Al mismo tiempo, Francia tenía intereses en hacer oposición a la expansión económica alemana, que ganó fuerzas poco después de derrotar a los franceses en la guerra franco-prusiana y controlar las provincias francesas de Alsacia y Lorena. Antes de acercarse a los ingleses, el gobierno francés ya había establecido – en 1894 – acuerdos con Rusia, que estaba en franca oposición a la dominación austríaca en los Balcanes. Poco después, franceses e ingleses han entrado en un acuerdo con la firma de la Entente Cordiale (tratado de no agresión).
En 1907, Rusia, Inglaterra y Francia trazaron los últimos acuerdos que dieron lugar a la denominada Triple Entente. Por lo tanto, dos alianzas militares polarizaban los conflictos de la época y, con ello, dejarían clara la idea de que el menor desacuerdo podría ser justificación suficiente para un conflicto mayor. La motivación vino solamente en 1914, cuando el Imperio Austro-Húngaro declaró la guerra a Serbia tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando.