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Monarquia Constitucional

Monarquia Constitucional

Con la disolución de la Asamblea Nacional, el gobierno francés puso al rey bajo la tutela de una ley válida para todos los ciudadanos. A pesar del significado expresivo de este logro, esta nueva carta constitucional tenía límites visibles que trataron apartar los populares de las cuestiones políticas nacionales. Entre otros puntos, la recién promulgada constitución francesa establecía la comprobación de una renta mínima para que los ciudadanos pudiesen votar.

Durante el mismo período, el rey Luis XVI sentía el debilitamiento de su poder de intervención política en el país. Con eso, intentó planear una contrarrevolución por medio de un plan de fuga que lo colocaría en contacto con otros nobles franceses exiliados en otras monarquías absolutistas de Europa. Al tratar de salir del país disfrazado, acabó siendo reconocido en la ciudad de Varennes. Después de eso, fue reconducido para la capital y mantenido bajo una fuerte vigilancia.

Mientras el rey se transformó en un rehén de los revolucionarios franceses, la escena política interna tenía una situación bastante problemática. Dentro de la rama ejecutiva, representado por la Asamblea Nacional, dos grupos políticos discutieron nuevas direcciones de la nación. Por un lado estaban los girondinos, grupo político formado por miembros de la alta burguesía; y de otro los jacobinos, representantes de la pequeña burguesía y las clases populares.

Este último, a diferencia de los jacobinos, defendió la urgencia de reformas más profundas que fácilmente pudieran satisfacer las demandas de los menos afortunados. Mientras tanto, las medidas económicas adoptadas por el nuevo gobierno no surtieron los efectos esperados. La emisión excesiva de asignados (papel moneda francés) dentro de la economía francesa provocó una nueva ola inflacionaria que puso en riesgo la estabilidad política necesaria para el desarrollo de la revolución.

Externamente, las otras naciones europeas han visto con preocupación la dirección tomada por la agitación política que se encargó de Francia. Pocos años después del estallido de la revolución en Francia, las capas populares de otras naciones absolutistas como Suiza, Holanda y Bélgica comenzaron a simpatizar con los principios defendidos por la experiencia francesa. De esa forma, los monarcas de diferentes potencias europeas se movilizaron en un potente movimiento contrarrevolucionario.

Poco después de la Declaración de Pillnitz (1791), donde diversos monarcas anunciaron la posibilidad de promover una invasión de Francia, las tropas prusianas y austríacas declararon la guerra contra la revolución. Atrapados, los líderes franceses anunciaron el estado de peligro de la patria. Con esto, se decidió distribuir armas a todo el pueblo francés y la presentación obligatoria de todos los hombres aptos para la luchas. A partir de entonces, una comuna liderada por Marat, Danton y Robespierre asumió el control de las calles de París.

El 20 de septiembre de 1792, ejército del pueblo francés logró ganar la coalición militar austro-prusiano en la batalla de Valmy. Después de la victoria, ese mismo ejército popular promovió el encarcelamiento de Luis XVI, considerado a un traidor al ideal revolucionario. Además, exigió la caída del poder ejercido por la Asamblea Nacional y el consiguiente fin de la monarquía constitucional. Poco después, se produjo la proclamación de un régimen republicano para Francia.

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