Mary Anning (Lyme Regis, 21 de mayo de 1799 – Lyme Regis, 09 de marzo de 1847), fue una revolucionaria paleontóloga inglesa. Fue ella quien descubrió el primer fósil del ictiosaurio a la edad de 12 años, en la costa de Dorset, incrustado en un acantilado. El fósil mide cinco metros de longitud. Curiosamente, Mary Anning nunca descubrió ningún dinosaurio.
Mary Anning descubrió todavía muchos otros reptiles marinos antiguos, hoy en exhibición en el Museo de Historia Natural en Londres, como el plesiosaurio y uno de los primeros fósiles del pterodáctilo.
Anning pasó gran parte de su vida recolectando fósiles en la playa y vendiéndolos a los visitantes, y por eso pudo servir como inspiración para el trabalenguas inglés: ‘She sells seashells on the seashore’ (Ella vende conchas a la vera del mar).
Anning buscó fósiles en el área de los acantilados de Blue Lines, particularmente durante los meses de invierno, cuando los derrumbamientos exponían nuevos fósiles que debían ser extraídos rápidamente, antes de que fuesen llevados por el mar. Era un trabajo peligroso y ella casi perdió su vida en 1833, durante un deslizamiento que acabó con la vida de su mascota Tray.
Los descubrimientos de ella incluían el primer esqueleto de ictiosaurio en ser correctamente identificado, que ella y su hermano hallaron cuando tenía apenas 12 años de edad; los dos primeros esqueletos de plesiosaurios ya encontrados; el primer esqueleto de pterosaurio situado fuera de Alemania; y algunos importantes fósiles de peces. Su discurso tuvo un papel crucial en los descubrimientos de que fósiles de belemnites contienen bolsas de tinta fosilizadas, y coprolitos, conocidos como piedras bezoar en el momento, que eran las heces fosilizadas. Cuando el geólogo Henry De La Beche pintó Duria Antiquior, la primera representación pictórica ampliamente distribuida de una escena de la vida prehistórica derivada de la reconstrucción de fósiles, él se basó en gran medida en los fósiles hallados por Anning, y vendió impresiones de la ilustración para el beneficio de ella.
El género y clase social de Anning impidieron completamente de participar en la comunidad científica de Gran Bretaña del siglo XIX – dominada como ella era por señores anglicanos ricos. Anning luchó financieramente durante gran parte de su vida. Su familia era pobre, y como disidentes religiosos estaban sujetos a discriminación legal. Su padre, un ebanista, murió cuando ella tenía once años. Ella llegó a ser conocida en los círculos geológicos de Gran Bretaña, Europa y América y fue consultada sobre cuestiones de anatomía así como la colección de fósiles. Sin embargo, como una mujer no era elegible para unirse a la Geological Society of London, ella no siempre recibía todo el crédito por sus contribuciones científicas. En realidad ella escribió en una carta: ‘El mundo me utilizó tan maliciosamente que me temo que me hizo sospechar de todos’. El único escrito científico de ella publicado en toda su vida apareció en la Magazine of Natural History en 1839, un fragmento de una carta en la cual Anning había escrito al editor de la revista cuestionando una de sus reivindicaciones. Tras su muerte, la historia de su vida fuera de lo común atrajo un interés creciente. Charles Dickens escribió sobre ella en 1865 señalando: ‘La hija del carpintero conquistó un nombre por ella misma, y mereció conquistarlo’.
En 2010 la Royal Society incluyó a Anning en una lista de las diez mujeres británicas que más influyeron en la historia de la ciencia.