Entre los mamíferos, existe una subclase denominada Prototheria, que abarca un único orden: los monotremas o monotremados (Monotremata). Sus únicos representantes conocidos pertenecen a la familia Ornithorhynchidae con apenas una sola especie: Ornithorhynchus anatinus – el ornitorrinco; y la familia Tachyglossida, con cuatro especies conocidas de equidnas: Tachyglossus aculeatus, Zaglossus attenboroughi, Zaglossus bartoni y Zaglossus bruinji. Todos esos animales son encontrados únicamente en Oceanía, en territorio australiano y en Nueva Guinea.
Tales individuos, dotados con pelo y glándulas mamarias, ponen huevos, es decir: son ovíparos. Sin embargo, contrariamente a lo que ocurre en reptiles y aves, el huevo permanece dentro del cuerpo de la madre, de donde retira y recibe nutrientes.
Además, no tienen ano, mostrando sólo una abertura para la reproducción y la eliminación de las heces y desechos nitrogenados: la cloaca. No tienen dientes como adultos y ni siquiera las tetinas o pezones, siendo la leche expulsada por las glándulas y lamidos por las crías. Los recién nacidos tendrán asistencia de por lo menos uno de los padres durante cierto tiempo, es decir, estos animales desarrollan cuidado parental.
Como ya hemos hecho un breve repaso a las informaciones básicas sobre el ornitorrinco, conozcamos ahora algunas de las interesantes características de los equidnas. Estos individuos están dotados de espinas de color entre amarillo y marrón y pelos en la región del vientre. Con tamaño que puede alcanzar hasta un metro, pueden pensar hasta diez kilos. Viven en un ambiente terrestre, abrigándose en túneles subterráneos durante el día, hechos por ellos mismos, con ayuda de sus hocicos cilíndricos y uñas bastante rígidas.
De hábitos nocturnos, se alimentan de hormigas, termitas, babosas y gusanos, con ayuda de sus grandes y pegajosas lenguas. En cada gestación, dan origen a apenas una cría, que vive pegada a la madre hasta el nacimiento de sus espinas, siendo amamantados hasta los siete meses de edad.