Todas las plantas son capaces de producir su propio alimento. Para tal fin, ellas desarrollan un proceso que llamamos de fotosíntesis. Las plantas necesitan de tres ingredientes básicos para realizar la fotosíntesis: la luz solar, el agua y el dióxido de carbono (CO2).
En la fotosíntesis, las plantas absorben agua y minerales a través de sus raíces, y los transportan por medio de vasos conductores hasta sus hojas. Esa solución se llama se savia bruta.
En las hojas de las plantas hay un pigmento que les da una coloración de color verde. Este pigmento se llama clorofila y es responsable de captar la luz solar. En las hojas también hay estructuras responsables de absorber el dióxido de carbono que se dispersa en el aire. Estas estructuras se llaman estomas.
Cuando la planta tiene agua, dióxido de carbono y luz solar, ella consigue fabricar su propio alimento, que es la glucosa (un azúcar). Durante la transformación del agua y del dióxido de carbono en alimento, la planta libera oxígeno (O2) en el aire.
Toda la glucosa producida en el proceso de fotosíntesis se lleva a las otras partes de la planta, a través de los vasos conductores. Esta solución se llama savia elaborada.
En la naturaleza hay algunas plantas que viven en suelos pobres en nutrientes. Por lo tanto, necesitan complementar la alimentación capturando algunos seres vivos y absorbiendo los nutrientes de ellos. Es el caso de las plantas carnívoras.
Cada especie de planta carnívora tiene su propia manera de capturar a un ser vivo. Las especies de Venus atrapamoscas (Dionaea muscipula), por ejemplo, tiene diferentes hojas que desprenden un olor que atrae a sus presas. Cuando la presa pisa en sus hojas, automáticamente la planta las cierra no dejando al animal salir.
Otro tipo de plantas carnívoras son las plantas jarra o copas (Nepenthes). Esta planta tiene colores brillantes y un interior líquido azucarado que atrae a muchos insectos. Cuando los insectos entran en esta jarra, caen dentro de la planta y se transforman en nutrientes.