Isabel I fue hija de Enrique VIII y Ana Bolena -muerta por decapitación-. Cuando comenzó su largo reinado de 45 años (1558-1603) Isabel resultó ser católica, pero se mostró escéptica. Tanto es así que poco después de asumir el reinado, hizo decretar en el Parlamento el anglicanismo, que aún conservaba los cultos católicos. Esta actuación provocaría un rechazo generalizado. Muchas de las personas que practicaban el catolicismo no aceptaron la nueva religión impuesta por la reina. La soberana los consideraba como inconformistas y generó una gran y violenta persecución para quien se atreviera a atacar su postura.
Se convirtió en una gran defensora del protestantismo en Europa y entró en la lucha contra Felipe II, un rival terrible de la Reforma. Isabel I gobernó con dureza y mandó a ejecutar a María Estuardo, una fuerte enemiga, volviéndose así su poder casi absoluto. Durante sus 45 años de reinado el Parlamento solamente fue reunido durante 13 ocasiones demostrando su autoridad sobre Inglaterra durante todo su intervalo de dominio.
Isabel I era despótica discreta y cruel, pero también era culta, amable y muy hábil en la política. Inglaterra se convirtió en su tiempo en una potencia naval y la política en Europa y en todo el mundo se temía al emergente sector durante el siglo XVI.