El fascismo italiano de Benito Mussolini contaba con unos precedentes similares a los de Alemania antes de la irrupción del nazismo. La crisis socio-económica en Italia se había convertido en grave desde el final de la Primera Guerra Mundial. Aunque la guerra había terminado en el lado ganador, Italia no ha recibido los premios que se les prometió la tierra.
El aumento de la inflación, del desempleo y el hambre fueron algunos de los problemas que afectaron la economía italiana. La monarquía parlamentaria encabezada por el rey Víctor Manuel III, toleraba las crecientes manifestaciones de los sectores populares no siendo capaz de satisfacer sus demandas. La burguesía italiana y la clase media conservadora, se mostraban asustadas de los sectores populares, siendo incapaces de atender a sus reivindicaciones.
El ascenso de Mussolini
Benito Mussolini pertenecía al Partido Socialista Italiano, siendo expulsado debido a sus posiciones oportunistas y antipacifistas años en la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, en marzo de 1919, Mussolini fundó una organización llamada ‘fasci di combattimento’ (escuadrones de combate), integrado por los ex combatientes y los desempleado e inclusive contaba con la financiación de algunos miembros de la industria.
El uso de métodos violentos contra sus oponentes y sin escrúpulos fue evolucionado llegando a formarse como el Partido Nacional Fascista. Protestando contra el aumento de la violencia fascista, los partidos de inspiración marxista se reunieron en agosto de 1922 con una huelga general de trabajadores. Los fascistas exigieron el fin del gobierno de la huelga y pidieron restablecer el orden. Impotente para controlar la situación, el gobierno abrió un espacio para la acción violenta de los fascistas.
Mussolini organizó el 28 de octubre de 1922, la Marcha sobre Roma, promoviendo una manifestación de cerca de 50.000 fascistas en Roma. Presionado, el rey Víctor Manuel III encargó a Mussolini poder formar un nuevo gobierno el 28 de octubre de 1922.