Se entiende por evolución la adaptación de los organismos vivos a los cambios en el medio ambiente. Esta adaptación fue altamente discutida en el siglo XVIII, porque creían en una doctrina llamada fijismo, donde las especies permanecían invariables desde su creación. Esa teoría, de cuño religioso, defendía que las especies eran creadas por un ser divino así como sobre la forma inmutable, no pudiendo asumir una evolución a partir de sí misma.
Aunque Jean-Baptiste Lamarck presenta la primera teoría para explicar la evolución, fue Charles Darwin, en el siglo XIX, quien provocó numerosas discusiones y la indecisión sobre el fijismo, haciendo que admitiesen las transformaciones ocurridas en los seres vivos por causa de las alteraciones del medio ambiente que suceden de manera constante.
Los fósiles, a partir de este período, se volvieron importantes para el estudio de la ciencia evolucionista, ya que pueden comprobar la evolución de numerosas especies de seres vivos presentando organismos simples de un determinado periodo que aparece en otro con características más complejas, mostrando las alteraciones ocurridas a lo largo del tiempo.
En la medida en que el evolucionismo se extendió, varios científicos intentaron explicar el proceso, lo que originó numerosas teorías, donde se destacaba la corriente del Lamarckismo y la del Darwinismo.
Debido a la evolución, los seres vivos fueron ganando nuevas características y heredando otras, y estas transformaciones que ocurren a lo largo del tiempo son estudiadas por la genética que busca respuestas acerca del origen de las características y de la transmisión para otras generaciones.
Se descubrió que la transformaciones (mutaciones) que suceden en el ADN originan las alteraciones en las características de los seres vivos. Nuevas características, sin embargo, surgen cuando ocurren variaciones aisladas del ADN, creando una recombinación genética.