Positivismo, corriente filosófica inspirada en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales. De acuerdo a lo expresado, el positivismo considera a la metafísica y a la teología como sistemas de conocimiento imperfectos e inapropiados.
Evolución
El término ‘positivismo’ fue empleado por primera vez por el filósofo francés Auguste Comte, autor de la obra que inició esta corriente de pensamiento, Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842). Sin embargo, algunos conceptos positivistas se remontan al filósofo británico David Hume, al francés Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, y al alemán Immanuel Kant.
Comte eligió la palabra ‘positivismo’ para indicar la realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de su doctrina. En general, se interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico y, por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes destacados del positivismo, la filosofía y el gobierno (o programa de conducta individual y social), fueron más tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de una religión en la cual la humanidad era el objeto de culto. A pesar de ello, muchos discípulos de Comte no admitieron este desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista exclusivo. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer, así como por el filósofo y físico austriaco Ernst Mach.
Positivismo lógico
A comienzos del siglo XX, un conjunto de filósofos interesados en la evolución de la ciencia moderna rehusó las convencionales ideas positivistas (que sopesaban que la base del verdadero conocimiento estaba en la experiencia personal) y resaltó la relevancia de la comprobación científica y del empleo de la lógica formal. De las teorías de estos pensadores (entre los que se encontraban el austriaco Ludwig Wittgenstein y los británicos Bertrand Russell y George Edward Moore) nació el designado positivismo lógico. El Tractatus logico-philosophicus (1921), obra de Wittgenstein, pareció tener una influencia decisiva en el rechazo de las doctrinas metafísicas por su carencia de sentido y en la aceptación del empirismo como una materia de exigencia lógica.
En la actualidad, los filósofos positivistas prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos, para disociarse de la relevancia que dieron los primeros pensadores del positivismo lógico a la comprobación científica. Mantienen que el principio de verificación en sí mismo es inverificable en el campo filosófico. Sin embargo, autores tan representativos como Rudolf Carnap han propuesto nuevos sentidos del convencional principio de verificación neopositivista.