En el año 338 a.C., en la Batalla de Queronea, Grecia fue derrotada por Macedonia. En consecuencia, se produjo una pérdida de autonomía política y territorial de Grecia.
El helenismo se refiere al conocimiento filosófico producido entre la muerte de Alejandro Magno y el comienzo de la filosofía medieval.
La principal característica del helenismo es la fusión entre la tradición griega y la cultura oriental. La difusión del pensamiento griego llegó a regiones como Siria, Egipto o Babilonia. Los principales pensadores del helenismo fueron Plotino, Cicerón, Zenón y Epicuro.
El conocimiento producido por la ciencia del helenismo fue desarrollado en diferentes direcciones: las matemáticas, la geometría, la astronomía y la geografía. Los filósofos helenísticos estaban preocupados por la ética (normas de conducta de la vida), la búsqueda individual de la felicidad y la imperturbabilidad.
Características del helenismo
Neopitagorismo: reanudación del pensamiento de Pitágoras, en especial su concepción espiritualista (la inmortalidad del alma, la reencarnación, la armonía espiritual con el cosmos). La oposición al materialismo.
Neoplatonismo: su principal representante sería Plotino (205-270). Conocemos la vida y pensamiento del autor a través de la obra ‘La vida de Plotino’ escrita por su discípulo Porfirio. La característica central del neoplatonismo es la reconciliación entre el pensamiento platónico y el pitagorismo con trazos de la cultura oriental.
Estoicismo: fundado por Zenón de Citio en el 300 a.C. Para el estoicismo, la filosofía habría sido compuesta de tres partes: física, lógica y ética. Creían en una estrecha relación entre el individuo (microcosmos) y el universo (macrocosmos).
Epicureísmo: perspectiva filosófica fundada por Epicuro. Al igual que el estoicismo, se centra en la búsqueda de la felicidad individual pero se distingue en la manera de alcanzarla.
Desarrollo y fin del helenismo
El helenismo marcó la transición de la civilización griega para la romana, en que inocula su fuerza cultural. No se encuentra en ella el esplendor literario y filosófico del periodo áureo de Grecia, pero se divisa un gran surtido de ciencia y erudición. Se llama de civilización helenística a la cultura desarrollada fuera de Grecia, con el influjo del espíritu griego. Ese periodo histórico se desarrolla entre el 323 a.C., fecha de la muerte de Alejandro III, cuyas conquistas militares llevaron a la civilización griega hasta la Anatolia y Egipto y el 30 a.C., cuando se dio la conquista de Egipto por los romanos.
Gran parte de Oriente antiguo fue helenizado y asistió a una fusión de la cultura griega, revitalizada en las áreas conquistadas, con las tradiciones políticas y artísticas de Egipto, Mesopotamia y Persia. Después de la muerte de Alejandro Magno, la transmisión cultural griega persistió en los grandes centros urbanos, aunque sufriese la influencia de las costumbres orientales. El intento del general Antigonos –uno de los mayores seguidores de Alejandro– de mantener intacto el imperio conquistado por el militar macedonio, fracasó después de la Batalla de Ipso en Frigia (302 a.C.). La fragmentación del imperio fue realizada entre tres generales: Seleuco I Nicátor, Ptolomeo I y Lisímacos. Las luchas, mientras tanto, siguieron y 20 años después llevó a la división del imperio en tres estados independientes: el reino de Egipto quedó con los lágidas, descendientes de Ptolomeo; el de Siria, con los seléucidas, descendiente de Seleuco; y el de Macedona por los antigónidas, descendientes de Antigonos.
Alejandría, en Egipto, con 500.000 habitantes, se convirtió en la metrópolis de la civilización helenística. Fue un importante centro de las artes y las letras, e incluso la literatura griega tiene una fase llamada ‘alejandrina’. Allí permanecían las instituciones culturales más importantes del helenismo: el Museo, una especie de universidad para profesores, dotado de jardines botánicos, el Zoológico, el Observatorio Astronómico y la Biblioteca, con 200.000 volúmenes, salas de copistas y talleres para la preparación del papiro. El Reino de Egipto sólo terminó con la conquista de Octavio en el reinado de Cleopatra. El reino sirio cubrió casi todo el antiguo imperio persa hasta el río Indo. La capital era Antioquía, otro centro importante de la cultura helenística, cerca de la desembocadura del Orontes, en el Mediterráneo. Los seléucidas, sin embargo, no pudieron mantener la unidad de su vasto imperio, que finalmente sería conquistado por los romanos en el siglo I a.C. El reino de Macedonia tuvo que hacer frente a las luchas de las ciudades griegas, la defensa celosa de su autonomía y, por último, el anexo al Imperio Romano.
Desde el punto de vista cultural, el periodo comprendido entre el 280 y el 160 a.C. fue excepcional. Tuvieron gran desarrollo de la historia, con Polibius; las matemáticas y la física, con Euclides, Eratóstenes y Arquímedes; la astronomía, con Aristarco, Hiparco, Seleuco y Heráclides; la geografía, con Posidonio; la medicina, con Herófilo y Erasístrato; la gramática, con Dioniso; y la literatura, con Teócrito.
La poesía idílica y bucólica de Teócrito sirvió de gran influencia para su cultura. El pensamiento filosófico evolucionó para el individualismo moralista de epicureístas y estoicos, y las artes llegaron a la posteridad de algunas de las obras únicas de la antigüedad, como la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia y Laocoonte y sus hijos.
A medida que el cristianismo avanzó, el helenismo empezó a representar el espíritu pagano resistente a la nueva religión. El espíritu griego no desapareció con la victoria de los valores cristianos; seguiría doce siglos después con una de las líneas de fuerza culturales más importantes de Europa: el Renacimiento.