El dodo era un ave cuyas alas se habían atrofiado y, por tanto, no podía volar. Vivió hasta el siglo XVIII en las pequeñas islas Mauricio, Reunión y Rodríguez del Océano Índico. Existían alrededor de nueve especies diferentes, tres especies diferentes en cada isla.
Las primeras descripciones del dodo muestran una óptica negativa, refiriéndose al animal como un ave torpe y de aspecto deformado que se sustenta sobre dos píes. La figura más antigua del dodo conocida data del 1601, hecha por De Bry, y representa un animal que fue llevado vivo para Holanda por Van Neck, explorador que realizó expediciones próximas a las Islas Mauricio en el siglo XVI.
Roelandt Savery pintó al dodo en varias ocasiones: Berlín, 1626; Viena, 1628, La Haya, Stuttgart y Londres (Zoological Society y British Museum), Oxford y Harlem.
En la biblioteca del último emperador de Austria, hay un dibujo atribuido a Hoefnagel con fecha aproximada del 1620, hecho a partir de animales del aviario del emperador.
Las características indicadas del dodo como su incapacidad para no poder volar y poseer gran cantidad de carne, hicieron que fuera una presa para los cazadores oportunistas. Diversos marineros que navegaban por esas islas acostumbraron a cazar estos animales con el propósito de alimentarse. La matanza fue tan amplia que el ave se volvió extinta en el siglo XVIII.
La tragedia no terminó ahí. La extinción de su especie perjudicaría a otras especies, como el árbol llamado calvaria, cuyas semillas alimentaban al dodo. Sus semillas lograban germinar después que el dodo se alimentara de su fruto y gastase la cáscara gruesa de la semilla.
En la actualidad sólo existen trece árboles de calvaria en el planeta. Las que todavía persisten tienen más de 300 años de antigüedad. Sin el dodo, la calvaria permanece cerca de su extinción.